Celebramos hoy a san Pio de Pietrelcina, también conocido como el Padre Pio. Religioso capuchino y místico italiano, famoso por los hechos sobrenaturales que se le atribuyen, como estigmas, curaciones y bilocaciones. Fue proclamado santo el 16 de junio del 2002, por san Juan Pablo II. El evangelio de hoy nos narra una escena que, a primera vista, puede parecer dura. Podemos pensar que Jesús rechaza a su propia familia de sangre. Para Él lo más importante son los lazos que surgen como consecuencia del discipulado. Es por ello que permite a sus seguidores sentirse tan importantes y cercanos a Él como los miembros de su familia de sangre: “Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”. Jesús no excluye a su madre ni a sus hermanos, sino que incluye a todos los que creen, escuchan y practican la Palabra de Dios. Cada vez que escuchamos y cumplimos ese mensaje de amor y misericordia en nuestra vida somos y nos comportamos como auténticos hijos de Dios y hermanos de Jesucristo en la grande y única familia de amor. Recordemos que, desde el inicio de su evangelio, Lucas presenta a María como la modelo de oyente de la Palabra. Además de la sangre, es esto lo que la hace parte de la familia de Jesús y modelo de discipulado para todos nosotros.
¿Qué tan comprometido estoy en poner en práctica esta Palabra? ¿Qué acciones concretas reflejan que vivo lo que Jesús enseña?
Señor, Jesús, dame la gracia de ser siempre un discípulo atento a tu Palabra y que ella guie mi vida. Que no me quede solo en buenas intenciones, sino que viva como hijo del Padre y hermano de todos. Amén.
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Cuales son las dos condiciones para ser parte de la familia de Jesús: Escuchar la Palabra y ponerla en práctica.
“Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”.