17 de febrero

“El que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará”

(Marcos 8, 35)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga…

He aquí la clave, el reino de Dios es Jesús y está en medio de nosotros, seguirle, asumiendo en nosotros su ejemplo de vida, nos fortalece. La cruz de Jesús nos habla de amor, de esperanza, de entrega.

No hay vida sin cruces, el sufrimiento, las dificultades, son parte de la vida. Somos criaturas llamadas a cargar nuestra cruz de cada día y seguir a Jesús aprendiendo de él, su ejemplo de vida, su compasión y amor infinito hacia los demás. Cargar nuestra cruz que siempre será más ligera y liviana si caminamos de la mano con Jesús.

 

Reflexionemos: Cargar mi cruz cada día y seguir a Jesús a lo largo de mi vida, es lo mejor. En la vida la cruz nos acompaña siempre, seguir a Jesús implica entrega incondicional, fe activa en que con el Señor nuestra carga es ligera. ¿Con qué actitud cargo mi cruz cada día?

 

Oremos: Señor, ayúdame a asumir mi cruz de cada día, como esa oportunidad que me permite crecer en la fe y confianza en ti. Amén. 

 

Recordemos: El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga.

 

Actuemos: Con la confianza en Dios, afrontaré con valor los sufrimientos de este día.

 

Profundicemos: Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor. Sal 32 (Libro: ¡Cuando me enamoré, te puse en primer lugar!).

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