10 de Febrero

Escucha La Palabra de Dios para cada día

Primera Lectura

Lectura del libro del Génesis 3, 1-8

La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor había hecho. Y dijo a la mujer: “¿Cómo es que les ha dicho Dios que no coman de ningún árbol del jardín?”. La mujer respondió a la serpiente: “Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: ‘No coman de él ni lo toquen, bajo pena de muerte’”. La serpiente replicó a la mujer: “No morirán. Bien sabe Dios que cuando coman de él se les abrirán los ojos y serán como Dios en el conocimiento del bien y el mal”. La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencia; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió. Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron. Oyeron al Señor que paseaba por el jardín a la hora de la brisa; el hombre y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 31, 1-2. 5-7

R. Dichoso el que está absuelto de su culpa.

Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien / R.

Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa / R.

Esta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida / R.

Aclamación antes del Evangelio (Cf. Hch 16, 14b)

Ábrenos el corazón, Señor, para que aceptemos las palabras de tu Hijo.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 7, 31-37

Hace  oír a los sordos y hablar a los mudos

En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “Effetá” esto es: “Ábrete”. Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: “Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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