Hermanos: Saluden a Prisca y Áquila, mis colaboradores en la obra de Cristo Jesús, que expusieron sus cabezas para salvar mi vida; no soy yo solo quien les está agradecido, también todas las Iglesias de los gentiles. Saluden asimismo a la Iglesia que se reúne en su casa. Saluden a mi querido Epéneto, primicias de Asia para Cristo. Saluden a María, que con tanto afán ha trabajado en favor de ustedes. Saluden a Andrónico y a Junia, mis parientes y compañeros de prisión, que son ilustres entre los apóstoles y además llegaron a Cristo antes que yo. Saluden a Ampliato, a quien quiero en el Señor. Saluden a Urbano, colaborador nuestro en la obra de Cristo, y a mi querido Estaquio. Salúdense unos a otros con el beso santo. Los saludan todas las Iglesias de Cristo. Yo, Tercio, que escribo la carta, los saludo en el Señor. Los saluda Gayo, que me hospeda a mí y a toda esta Iglesia. Los saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y Cuarto, el hermano. Al que puede consolidarlos según mi Evangelio y el mensaje de Jesucristo que proclamo, conforme a la revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora mediante las Escrituras proféticas, dado a conocer según disposición del Dios eterno para que todas las gentes llegaran a la obediencia de la fe; a Dios, único sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
R. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.
Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza / R.
Una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas. Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas / R.
Que todas las criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles. Que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas / R.
Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre, para enriquecerlos con su pobreza.
“Si no fueron fieles en la riqueza injusta, ¿quién les confiará la verdadera?”
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: “Gánense amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando les falte, los reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. Pues, si no fueron fieles en la riqueza injusta, ¿quién les confiará la verdadera? Si no fueron fieles en lo ajeno, ¿lo de ustedes, quién se lo dará? Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No pueden servir a Dios y al dinero”. Los fariseos, que eran amigos del dinero, estaban escuchando todo esto y se burlaban de Él. Y les dijo: “Ustedes se las dan de justos delante de los hombres, pero Dios conoce sus corazones, pues lo que es sublime entre los hombres es abominable ante Dios”.
S: Palabra de Dios
T: Gloria a ti, Señor Jesús
Respecto a ustedes, hermanos, yo personalmente estoy convencido de que rebosan buena voluntad y de que tienen suficiente saber para aconsejarse unos a otros. Pese a todo, les he escrito, propasándome a veces un poco, para reavivar sus recuerdos. Lo he hecho en virtud de la gracia que Dios me ha otorgado: ser ministro de Cristo Jesús para con los gentiles, ejerciendo el oficio sagrado del Evangelio de Dios, para que la ofrenda de los gentiles, consagrada por el Espíritu Santo, sea agradable. Así pues, tengo de qué gloriarme en Cristo y en relación con las cosas que tocan a Dios. En efecto, no me atreveré a hablar de otra cosa que no sea lo que Cristo hace a través de mí en orden a la obediencia de los gentiles, con mis palabras y acciones, con la fuerza de signos y prodigios, con la fuerza del Espíritu de Dios. Tanto que, en todas direcciones, partiendo de Jerusalén y llegando hasta la Iliria, he completado el anuncio del Evangelio de Cristo. Pero considerando una cuestión de honor no anunciar el Evangelio más que allí donde no se haya pronunciado aún el nombre de Cristo, para no construir sobre cimiento ajeno; sino como está escrito: “Los que no tenían noticia lo verán, los que no habían oído comprenderán”.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
R. El Señor revela a las naciones su victoria.
Canten al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo / R.
El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia. Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel / R.
Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; griten, vitoreen, toquen / R.
Quien guarda la Palabra de Cristo, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud.
“Los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz”
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: “Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ‘¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando’. El administrador se puso a decir para sí: ‘¿Qué voy a hacer, pues mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa’. Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi amo?’. Este respondió: ‘Cien barriles de aceite’. Él le dijo: ‘Toma tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta’. Luego dijo a otro: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’. Él dijo: ‘Cien fanegas de trigo’. Le dice: ‘Toma tu recibo y escribe ochenta’. Y el amo alabó al administrador injusto, porque había actuado con astucia. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz”.
S: Palabra de Dios
T: Gloria a ti, Señor Jesús
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; así que, ya vivamos ya muramos, somos del Señor. Pues para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de muertos y vivos. Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú, ¿por qué desprecias a tu hermano? De hecho, todos compareceremos ante el tribunal de Dios, pues está escrito: “¡Por mi vida!, dice el Señor, ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua alabará a Dios”. Así pues, cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
R. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? / R.
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo / R.
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor / R.
Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados –dice el Señor–, y yo los aliviaré.
“Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta”
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: “Ese acoge a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo esta parábola: “¿Quién de ustedes que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: ‘¡Alégrense conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido’. Les digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. O, ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice: ‘¡Alégrense conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido’. Les digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta”.
S: Palabra de Dios
T: Gloria a ti, Señor Jesús
Hermanos: A nadie le deban nada, más que el amor mutuo; porque el que ama ha cumplido el resto de la ley. De hecho, el “no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás” y cualquiera de los otros mandamientos, se resume en esto: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El amor no hace mal a su prójimo; por eso la plenitud de la ley es el amor.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
R. Dichoso el que se apiada y presta.
Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos. Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita / R.
En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo. Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos / R.
Reparte limosna a los pobres; su caridad dura por siempre y alzará la frente con dignidad / R.
Si los ultrajan por el nombre de Cristo, bienaventurados ustedes, porque el Espíritu de Dios reposa sobre ustedes.
“Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; Él se volvió y les dijo: “Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: ‘Este hombre empezó a construir y no pudo acabar’. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Así pues, todo aquel de entre ustedes que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”.
S: Palabra de Dios
T: Gloria a ti, Señor Jesús
Hermanos: Nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada cual existe en relación con los otros miembros. Teniendo dones diferentes, según la gracia que se nos ha dado, deben ejercerse así: la profecía, de acuerdo con la regla de la fe; el servicio, dedicándose a servir; el que enseña, aplicándose a la enseñanza; el que exhorta, ocupándose en la exhortación; el que se dedica a distribuir los bienes, hágalo con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace obras de misericordia, con gusto. Que el amor de ustedes no sea fingido; aborreciendo lo malo, apéguense a lo bueno. Ámense cordialmente unos a otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo; en la actividad, no sean negligentes; en el espíritu, manténganse fervorosos, sirviendo constantemente al Señor. Que la esperanza los tenga alegres; manténganse firmes en la tribulación, sean asiduos en la oración; compartan las necesidades de los santos; practiquen la hospitalidad. Bendigan a los que los persiguen; bendigan, sí, no maldigan. Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran. Tengan la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones de grandeza, sino poniéndose al nivel de la gente humilde. No se tengan por sabios.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
R. Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.
Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad / R.
Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre; como un niño saciado así está mi alma dentro de mí / R.
Espere Israel en el Señor ahora y por siempre / R.
Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados –dice el Señor–, y yo los aliviaré.
“Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren y se llene mi casa”
En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: “¡Bienaventurado el que coma en el reino de Dios!”. Jesús le contestó: “Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó a su criado a avisar a los convidados: ‘Vengan, que ya está preparado’. Pero todos a una empezaron a excusarse. El primero le dijo: ‘He comprado un campo y necesito ir a verlo. Dispénsame, por favor’. Otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor’. Otro dijo: ‘Me acabo de casar y, por ello, no puedo ir’. El criado volvió a contárselo a su señor. Entonces el dueño de casa, indignado, dijo a su criado: ‘Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos’. El criado dijo: ‘Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio’. Entonces el señor dijo al criado: ‘Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren y se llene mi casa. Y les digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete’”.
S: Palabra de Dios
T: Gloria a ti, Señor Jesús
Hermanos: Los dones y la llamada de Dios son irrevocables. Así como ustedes, en otro tiempo, desobedecieron a Dios, pero ahora han obtenido misericordia por la desobediencia de ellos, así también estos han desobedecido ahora con ocasión de la misericordia que se les ha otorgado a ustedes, para que también ellos alcancen ahora misericordia. Pues Dios nos encerró a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. ¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! En efecto, ¿quién conoció la mente del Señor? O, ¿quién fue su consejero? O, ¿quién le ha dado primero para tener derecho a la recompensa? Porque de Él, por Él y para Él existe todo. A Él la gloria por los siglos. Amén.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
R. Señor, que me escuche tu gran bondad.
Yo soy un pobre malherido; Dios mío, tu salvación me levante. Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias / R.
Mírenlo, los humildes, y alégrense; busquen al Señor, y revivirá su corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos / R.
Dios salvará a Sión, reconstruirá las ciudades de Judá, y las habitarán en posesión. La estirpe de sus siervos la heredará, los que aman su nombre vivirán en ella / R.
Si permanecen en mi palabra –dice el Señor–, serán de verdad discípulos míos, y conocerán la verdad.
“No invites a tus amigos, sino a pobres y lisiados”
En aquel tiempo, Jesús dijo a uno de los principales fariseos que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos”.
S: Palabra de Dios
T: Gloria a ti, Señor Jesús
Me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha; me digo: “Se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor”. Fíjate en mi aflicción y en mi amargura, en la hiel que me envenena; no hago más que pensar en ello, y estoy abatido. Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza: que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión; antes bien, se renuevan cada mañana: ¡qué grande es tu fidelidad! El Señor es mi lote, me digo, y espero en Él. El Señor es bueno para los que en Él esperan y lo buscan; es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
R. Desde lo hondo a ti grito, Señor.
Desde lo hondo a ti grito, Señor, Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica / R.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto / R.
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora / R.
Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora; porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa / R.
Y Él redimirá a Israel de todos sus delitos / R.
Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con Él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Porque, si nuestra existencia está unida a Él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya. Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida –dice el Señor–; nadie va al Padre sino por mí.
“En la casa de mi Padre hay muchas estancias”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Que no tiemble su corazón; crean en Dios y crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así; ¿les habría dicho que voy a prepararles sitio? Cuando vaya y les prepare sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes. Y a donde yo voy, ya saben el camino”. Tomás le dice: “Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”. Jesús le responde: “Yo soy el Camino, y la Verdad, y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí”.
S: Palabra de Dios
T: Gloria a ti, Señor Jesús
Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: “No dañen a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios”. Oí también el número de los marcados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel. Después de esto apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: “¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!”. Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y rindieron homenaje a Dios, diciendo: “Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén”. Y uno de los ancianos me dijo: “Esos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?”. Yo le respondí: “Señor mío, tú lo sabrás”. Él me respondió: “Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero”.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
R. Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: Él la fundó sobre los mares, Él la afianzó sobre los ríos / R.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos / R.
Ese recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob / R.
Queridos hermanos: Miren qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues, ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en Él se purifica a sí mismo, como Él es puro.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré –dice el Señor–.
“Estén alegres y contentos, porque su recompensa será grande en el cielo”
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y Él se puso a hablar, enseñándoles: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos ustedes cuando los insulten y los persigan y los calumnien de cualquier modo por mi causa. Estén alegres y contentos, porque su recompensa será grande en el cielo”.
S: Palabra de Dios
T: Gloria a ti, Señor Jesús
Hermanos: Digo la verdad en Cristo, no miento –mi conciencia me atestigua que es así, en el Espíritu Santo–: siento una gran tristeza y un dolor incesante en mi corazón; pues desearía ser yo mismo un proscrito, alejado de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne: ellos son israelitas y a ellos pertenecen el don de la filiación adoptiva, la gloria, las alianzas, el don de la ley, el culto y las promesas; suyos son los patriarcas y de ellos procede el Cristo, según la carne; el cual está por encima de todo, Dios bendito por los siglos. Amén.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
R. Glorifica al Señor, Jerusalén.
ba a tu Dios, Sion. Que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti / R.
Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra y su Palabra corre veloz / R.
Anuncia su Palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos / R.
Mis ovejas escuchan mi voz –dice el Señor–, y yo las conozco, y ellas me siguen.
“¿A quién se le cae al pozo el asno o el buey
y no lo saca en día de sábado?”
Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Había allí, delante de Él, un hombre enfermo de hidropesía, y tomando la palabra, dijo a los maestros de la ley y a los fariseos: “¿Es lícito curar los sábados, o no?”. Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo: “¿A quién de ustedes se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca enseguida en día de sábado?”. Y no pudieron replicar a esto.
S: Palabra de Dios
T: Gloria a ti, Señor Jesús
Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, que murió, más todavía, resucitó y está a la derecha de Dios y que además intercede por nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?; como está escrito: “Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza”. Pero en todo esto vencemos de sobra, gracias a aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
R. Sálvame, Señor, según tu misericordia.
Señor, Dueño mío, trátame conforme a tu nombre, líbrame por tu bondadoso amor. Porque yo soy humilde y pobre, y mi corazón ha sido traspasado / R.
¡Ayúdame, Señor, Dios mío; sálvame según tu misericordia! Sepan que tu mano hizo esto, que tú, Señor, lo hiciste / R.
Daré gracias al Señor a boca llena, y en medio de la muchedumbre lo alabaré, porque Él se pone a la derecha del pobre, para salvar su vida de los que lo condenan / R.
Bendito el rey que viene en nombre del Señor; paz en el cielo y gloria en las alturas.
“No cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén”
En aquel día, se acercaron unos fariseos a decir a Jesús: “Sal y marcha de aquí, porque Herodes quiere matarte”. Jesús les dijo: “Vayan y digan a ese zorro: ‘Mira, yo arrojo demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día mi obra quedará consumada. Pero es necesario que camine hoy y mañana y pasado, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén’. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no han querido. Miren, su casa va a ser abandonada. Les digo que no me verán hasta el día en que digan: ‘¡Bendito el que viene en nombre del Señor!’”.
S: Palabra de Dios
T: Gloria a ti, Señor Jesús

