El tema de fondo aquí es la fe, que se expresa en obras. Y no ese legalismo estéril que a veces se da en esa dicotomía entre fe y vida. Lo importante no es tanto lo que uno piense sino lo que haga; y he aquí que el primer hijo que dijo a su padre que no iría a trabajar en su viña, luego se arrepiente y va. Lo que no pasa con el segundo que en cambio dijo a su padre sí, pero no fue. No se trata de quedar bien, de aparentar. Se trata de hacer la voluntad del padre. El tema aquí es la fe, los creyentes no siempre son los líderes religiosos, o quienes siguen a Jesús, sino los publicanos, las prostitutas, los pecadores que tuvieron abierto su corazón para acoger al señor en su vida, que se sintieron fascinados por él y lo escucharon. Los que, al sentirse amados de manera incondicional por él, le abrieron su corazón y le aceptaron como Señor de su vida. Ellos creyeron. El legalismo en tiempos de Jesús era fuerte y las personas no estaban libres de quedarse en el cumplimento de ritos externos y apariencias, pero para Jesús aquello que verdaderamente importa, es el cumplimiento de la voluntad del Padre.
Nuestra vida de cristianos, ¿está centrada en el cumplimiento, en el aparentar, o en la autenticidad y justicia en nuestra relación con los demás, y el cumplimiento de la voluntad de Dios?
Señor, Jesús, a puertas de comenzar el rezo de la novena de Navidad te pido que me ayudes siempre a ser una persona auténtica y a vivir mi fe de manera profunda y no superficial. A buscarte a ti en todo lo que hago y no solo mis propios méritos o reconocimientos. Amén.
El concepto de aparentar está ligado al de ser. Una persona puede fácilmente aparentar ser algo que realmente no es. aparentar, fingir, imitar, figurar, disfrazarse, sin darse el tiempo de descubrirse lo que en realidad es como persona.

Nos encontramos ante un breve diálogo de Jesús con los sumos sacerdotes y ancianos en el Templo, donde el día anterior, él había expulsado a los comerciantes por haber convertido el Templo, no en lo que estaba llamado a ser: casa de oración, sino una cueva de bandidos. Ahora Jesús va al Templo a enseñar. Es notable el malestar de las autoridades del Templo que son los sumos sacerdotes y los ancianos, que más tarde condenarán a muerte a Jesús. Ellos están inquietos y nerviosos, porque se beneficiaban con el dinero abundante que obtenían en el Templo. A su pregunta: “¿con que autoridad hacía esto?” Les responde con otra pregunta: “¿el bautismo de Juan de dónde venía del cielo o de la tierra? Si me contestan yo también les contestaré con que autoridad hago esto”. A la respuesta evasiva de los sumos sacerdotes y ancianos de que no sabían, Jesús les responde, que tampoco él, les dirá con qué autoridad hace lo que está haciendo. La respuesta de los sumos sacerdotes y ancianos, es evasiva no sincera…no creyeron en Juan y ahora tampoco creen en Jesús.
En la vida familiar, social, religiosa, ¿nuestra autoridad es servicio ejercido con sinceridad y transparencia?
Señor, Jesús, perdóname por los momentos en que he hecho del templo de mi corazón un mercado. Cuando en lugar de llenarlo de tu Palabra, de tus enseñanzas, dejo entrar en él otros deseos que me hacen egoísta e indiferente ante las necesidades de quienes están a mi lado. Amén.
La contra pregunta de Jesús a los funcionarios del Templo, cuya autoridad es institucional, tan distinta a la suya que viene de Dios, los deja perplejos, y evaden la respuesta que dentro de ellos si sabían. La autoridad de Jesús y de sus seguidores no debe ser el poder y el dinero, sino el servicio a los demás.

Juan está encarcelado, pero es ahí donde oye todas las obras buenas que está haciendo Jesús y ante la duda que le surge, envía a dos discípulos suyos, a que le pregunten si es él quien tiene que venir o deben esperar a otro. Ante esta pregunta directa, Jesús le manda igualmente una respuesta concreta, que consiste en que le comuniquen aquello que están viendo y oyendo: que la gente recuperaba la vista, volvía a caminar, quedaban limpios de la lepra, los pobres, recibían el Evangelio. Y nos dimos cuenta que cuando los discípulos de Juan se retiran, Jesús ante la gente que le escucha, los cuestiona sobre a quién fueron a ver en el desierto, y les deja claro, que Juan el Bautista era un profeta, el mensajero que irá delante de él. Juan el Bautista como cualquier ser humano tiene derecho a dudar, y Jesús lo invita a ver sus obras. Obras que muestran la humanidad de Jesús, que no es indiferente al dolor y sufrimiento de la gente, sino que, a través de las curaciones, les devuelve la esperanza, la alegría y las ganas de vivir.
¿Conocemos la realidad de lo que estamos viviendo? Si es así, no dejemos para mañana el tender una mano, a quien lo necesite.
Señor, Jesús, enséñame en este tiempo de Adviento a reconocer tu presencia en cada cosa que vivo y la semilla de bien que siembras a diario en mi corazón. Ayúdame a reflejar tu amor y tu misericordia en cada gesto de servicio, bondad y cercanía que puedo tener hacia quienes están a mi lado. Amén.
Los bellos discursos espirituales, están bien, pero hay que dar el salto de los discursos elocuentes a la acción. Dios no quiere el sufrimiento, la resignación, y pasividad ante tanto dolor humano. Todos podemos salir al encuentro de tantas personas que sufren.

Los discípulos: Pedro, Santiago y Juan, habían subido con Jesús al Monte Tabor, y allí tuvieron su experiencia de Dios. Vieron llenos de miedo y asombro a Jesús transfigurado en medio de Moisés y Elías. Al bajar del monte le preguntan a Jesús, el por qué dicen los escribas, que primero tiene que venir Elías. Y es que los escribas esperaban que primero viniera Elías y después de él, el Mesías. Jesús contesta la pregunta de sus discípulos, afirmando que Elías ya ha venido, pero no lo reconocieron, sino que hicieron con él lo que quisieron. Y que de igual manera, el Hijo del Hombre iba a padecer a manos de ellos. Los judíos creían que antes de la venida del Mesías vendría el profeta Elías, por tanto, si no ha venido Elías, tampoco había llegado el Mesías. Ni Juan el Bautista, ni Jesús fueron reconocidos.
¿Vivimos la cultura del ruido, la inmediatez y la prisa, ¿solemos dedicar algún momento del día a la oración y silencio, para poder escuchar a Dios?
Señor, Jesús, enséñame a reconocerte en este tiempo de Adviento como el Mesías de mi vida y de mi corazón. Como Aquel que llena de sentido cada realidad que vivo y me mueve desde adentro, a ser mejor persona.Amén.
Los discípulos tuvieron su experiencia profunda de encuentro con Jesús. Seguirle implica compromiso. Son muchas las personas, que han optado por Jesús, que le han dicho “sí”. Pero tener el encuentro con él es fundamental, porque eso marca necesariamente nuestra vida y nos da fuerzas para no desfallecer ante las adversidades que se presentan en su seguimiento.

María, sale a prisa de Galilea y va hasta Judea. Recorre un camino largo, fatigoso, pero sale a visitar a su prima Isabel, quien en su edad avanzada estaba ya en el sexto mes de embarazo, porque nada es imposible para Dios. Ya antes tenemos el ejemplo de María mujer creyente, que acogió el mensaje del ángel, quien le anunció que había hallado gracia ante Dios, y que concebiría un hijo al que pondría por nombre de Jesús. Al llegar a la casa de su prima Isabel hay aspectos que debemos tener muy presentes. La alegría de su prima, el reconocer a María, como la madre de su Señor, y que, al escuchar el saludo, sintió que su criatura salto de alegría en su vientre. “Dichosa tú que has creído” dice Isabel a María, porque ella ha vivido en carne propia, la dura experiencia, de que su esposo Zacarías al recibir el anuncio del ángel, no creyera, y quedara mudo. Este encuentro de María e Isabel, nos muestran la acción de Dios en gente sencilla. Y la alegría de creer.
¿Sabemos ver en nuestra madre María, ese modelo de mujer creyente que sabe salir a prisa a ayudar a quien la necesita?
Señor, Jesús, como María yo también quiero acogerte en mi vida y hacer de mi corazón tu dulce morada. Ayúdame a ponerme en camino para dejar atrás cada una de las actitudes que me cierran en mi comodidad y no me permiten ser más generoso y servicial. Amén.
La vida y ejemplo de María, nos ayuda a cultivar la fe, que es confianza plena en Dios. Estamos en sus manos y esta experiencia nos ayudará a ser personas, humildes, sencillas, capaces de contagiar a los demás: esperanza, consuelo y alegría.

Jesús pone a Juan como el más grande de todos los profetas del A.T. y dice a la multitud, que él es Elías, quien tenía que venir. Los evangelios de este tiempo de Adviento nos recuerdan la grandeza y el ejemplo de Juan el Bautista, porque si Adviento es la preparación para la venida de Jesús, Juan Bautista fue el primero que cumplió esa grande misión. Si bien dice a la multitud que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, agrega que el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él. He aquí un llamado para todos, a la humildad, sencillez, fe y apertura a Dios. Jesús nos ayuda y enseña con su ejemplo a humanizarnos, es decir, a ser cercanos a la gente, solidarios respetuosos. Juan un hombre fuera de lo común, austero, sobrio, vivía con lo indispensable, ayunaba, anunciaba y denunciaba. El Reino de los cielos exige esfuerzo, perseverancia. Y más que pensar en el Reino como un lugar sintamos que es un llamado a aprender a vivir como hermanos y hermanas, porque lo que Jesús nos enseñó, es que Dios es Padre de todos.
¿En nuestra vida, cómo concebimos y presentamos a Dios? ¿Tenemos la fuerza y la valentía de anunciar a Jesús con nuestra coherencia de vida, sin reducir nuestro anuncio solo a nivel privado?
Señor, Jesús, dame la gracia de preparar mi corazón para recibirte en este tiempo de Adviento con mayor disponibilidad y alegría. Que como Juan el Bautista, pueda reflejar cada una de tus enseñanzas a través de un testimonio de vida sobrio, sereno, humilde, solidario y cercano.Amén.
Juan recibió una misión clara por parte de Dios y la llevó a cabalidad hasta el final. Nosotros, hemos recibido el don de la vida, y estamos aquí y ahora. agradezcamos a Dios por los dones que nos ha regalado como personas y por la misión que nos ha confiado.

Esta invitación de Jesús es vital, porque la religión no pocas veces se puede vivir como una carga pesada, como cumplimiento, y donde no estamos libres de en algún momento perder el sentido, de nuestras sacrificios y renuncias, donde la norma por la norma, más que atraernos, nos aleja. “Vengan a mí”. ¡Qué mejor que aceptar su invitación y encontrarnos con Jesús, a través de su Palabra que libera y sana, que nos muestra a Dios como Padre!. Nada ni nadie puede darnos el alivio que nos viene de él. Encontrarnos con Jesús es la clave. “Carguen con mi yugo porque es llevadero y mi carga ligera”. Jesús, no es ajeno al cansancio y agobio de la gente, que no aguanta tanto peso, imposiciones, legalismos, estructuras; no a su servicio, sino ellos al servicio de estructuras injustas y superiores a sus fuerzas. Jesús no condena, no juzga, nos libera de los yugos que nos aplastan. La fe, la espiritualidad, nos deben ayudar a sentirnos bien. No debe oprimirnos si eso sucede, la religiosidad que oprime y nos causa sufrimiento, indudablemente no nos lleva a Dios.
Es parte de la vida, tener momentos en que, por diversas circunstancias nos experimentamos cansados, agobiados y que nos faltan fuerzas para seguir adelante. ¿Solemos apoyarnos y ponernos en las manos de Dios, que nunca nos falla?
Señor, Jesús, pongo en tus manos todos mis agobios y cansancios. Sé que tu tienes el poder de renovar mis fuerzas y dar sentido pleno a mis afanes. Que todo cuanto haga y busque sea para tu gloria, y para unir mi vida mucho más a ti, y a la de mis hermanos. Amén.
José María Castillo, nos dice: “La enseñanza capital de este relato y de estas palabras de Jesús es que una religiosidad que se hace carga pesada que oprime y que es causa de sufrimientos, eso no lleva a Dios”.

Nos encontramos ante el Dios de Jesús, que es Padre, y que, como tal, no juzga, no condena, no castiga, sino que ama incondicionalmente, al ser humano; que sale a su encuentro, que lo busca, porque para Él, no es indiferente cuando este ha perdido el camino, se ha desorientado, se siente solo, abandonado y camina sin rumbo. Dios Padre no es indiferente, conoce y ama a sus creaturas y por ello, no los abandona. Y como se nos dice en el Evangelio de este día, en este bello tiempo de Adviento que estamos viviendo: el viene a buscarnos, a ti, a mí, a nosotros. En Adviento, los cristianos recordamos la venida del Señor. Es Dios que viene a buscarnos. Dejémonos encontrar por él. Nosotros a ejemplo de Jesús, debemos salir al encuentro de las personas que, por diversas situaciones, han perdido el sentido de la vida, ante Dios no hay acepción de personas. Nadie mejor que Dios a través de Jesús para salir a nuestro encuentro, por buscarnos y ayudarnos a salir adelante.
Dios no deja de lado a los más vulnerables, sino que sale a su encuentro. ¿Tenemos la humildad de abrir nuestro corazón a Dios y dejarle entrar en nuestra vida?
Señor, Jesús, gracias porque nunca desistes de mí pese a mi fragilidad y a mi pecado. Gracias porque tu amor y tu misericordia me impulsa a ser una persona nueva y a no tener reparo de poner también de mi parte, para cooperar contigo en la construcción de tu Reino, empezando por mi propio corazón. Amén.
Con humildad, y total confianza en Dios, dejémonos encontrar por Él, y a la vez con su ayuda, salgamos al encuentro de los que han perdido el sentido de la vida. Con nuestras actitudes de acogida, cercanía y ejemplo de vida podemos ayudar a otros a volver a Dios.

El anuncio del ángel a María se da con una invitación a la alegría, la alegría profunda de saber que el Señor está con ella, y por tanto no hay porque tener miedo. En este breve diálogo entre el ángel y María tenemos el “Sí” de María, que es un regalo para toda la humanidad, porque gracias a su fe, a su capacidad de escucha, a su generosidad y disponibilidad, se da el misterio de la encarnación, del Dios con nosotros. Estamos entonces ante María, mujer creyente, que supo acoger en su seno al Hijo de Dios, que contribuyó, con sus cuidados maternos, en su crianza, y crecimiento. Su humildad, la hizo descubrir la grandeza de Dios. Fue su “Hágase en mi según tu Palabra” que posibilitó la encarnación de Jesús. Y esto no lo debemos olvidar en este día especial en que como Iglesia celebramos la fiesta de la Inmaculada da Concepción, dogma que fue proclamado por el Papa Pío IX un 8 de diciembre de 1854; y como nos dice José María Castillo: “Ella nos enseña lo más ejemplar y digno de la condición humana”. De igual manera, el beato Santiago Alberione afirma: “la humanidad sabe lo que debe a la mujer, basta mirar a María”.
El anuncio del ángel a María, está cargado de esperanza, ¿pedimos a nuestra madre María, que en medio de todo lo que vivimos a nivel personal, familiar y social, recordemos que Jesús está con nosotros?
Señor, Jesús, como María yo también quiero decir "sí" en este día a tu presencia y a cada uno de tus proyectos. Hágase en mí como tú quieres. Dame la fuerza necesaria para vivir con radicalidad, fidelidad y valentía cada una de tus enseñanzas. Amén
Si Dios está con nosotros, no habrá cabida para el miedo. María nos antecedió con su ejemplo de fe y esperanza. Acudamos a ella como madre de Dios y madre nuestra, ella es quien nos puede hacer llegar a Jesús.

Juan es la voz que grita en el desierto, llama a la conversión e invita a preparar el camino del Señor. Él vivía en la periferia, y desde allí, anunciaba la venida del Señor, a toda la gente de Jerusalén, Judea, y de la región cercana al Jordán, que venían para escucharle, confesar sus pecados y recibir el bautismo. Juan, tiene la autoridad moral y la libertad de hablar, y llamar a la conversión, porque no está implicado en lo que denuncia. Y reacciona con fuerza, al descubrir la hipocresía de algunos fariseos y saduceos que supuestamente venían para que él los bautizara. Los llama raza de víboras. Juan deja claro que quien viene detrás de él, es más grande y no merece desatarle las sandalias. Juan es el profeta cuya misión es preparar el camino del Señor.
Todos, necesitamos hacer un proceso de conversión personal. ¿Sentimos la necesidad de volver a Dios, dejando de lado, todo lo que, en nuestra vida, no vaya de acuerdo con lo que es justo?
Señor, Jesús, yo también quiero abrir mi corazón a la conversión en este tiempo de Adviento. Dame la gracia de reconocer aquellas actitudes que necesito cambiar y transformar para recibirte con mayor libertad y apertura interior. Amén.
El P. José Antonio Pagola nos dice que la preparación del camino para el Señor, según el mensaje de Juan el Bautista, es una tarea de enderezar los propios caminos y dejar atrás las prioridades que impiden crecer en la relación con Él. Esto requiere una profunda corrección personal y una apertura del corazón a la acción de Dios, que se traduce en una vida de justicia y verdad.


