María, sale a prisa de Galilea y va hasta Judea. Recorre un camino largo, fatigoso, pero sale a visitar a su prima Isabel, quien en su edad avanzada estaba ya en el sexto mes de embarazo, porque nada es imposible para Dios. Ya antes tenemos el ejemplo de María mujer creyente, que acogió el mensaje del ángel, quien le anunció que había hallado gracia ante Dios, y que concebiría un hijo al que pondría por nombre de Jesús. Al llegar a la casa de su prima Isabel hay aspectos que debemos tener muy presentes. La alegría de su prima, el reconocer a María, como la madre de su Señor, y que, al escuchar el saludo, sintió que su criatura salto de alegría en su vientre. “Dichosa tú que has creído” dice Isabel a María, porque ella ha vivido en carne propia, la dura experiencia, de que su esposo Zacarías al recibir el anuncio del ángel, no creyera, y quedara mudo. Este encuentro de María e Isabel, nos muestran la acción de Dios en gente sencilla. Y la alegría de creer.
¿Sabemos ver en nuestra madre María, ese modelo de mujer creyente que sabe salir a prisa a ayudar a quien la necesita?
Señor, Jesús, como María yo también quiero acogerte en mi vida y hacer de mi corazón tu dulce morada. Ayúdame a ponerme en camino para dejar atrás cada una de las actitudes que me cierran en mi comodidad y no me permiten ser más generoso y servicial. Amén.
La vida y ejemplo de María, nos ayuda a cultivar la fe, que es confianza plena en Dios. Estamos en sus manos y esta experiencia nos ayudará a ser personas, humildes, sencillas, capaces de contagiar a los demás: esperanza, consuelo y alegría.

Jesús pone a Juan como el más grande de todos los profetas del A.T. y dice a la multitud, que él es Elías, quien tenía que venir. Los evangelios de este tiempo de Adviento nos recuerdan la grandeza y el ejemplo de Juan el Bautista, porque si Adviento es la preparación para la venida de Jesús, Juan Bautista fue el primero que cumplió esa grande misión. Si bien dice a la multitud que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, agrega que el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él. He aquí un llamado para todos, a la humildad, sencillez, fe y apertura a Dios. Jesús nos ayuda y enseña con su ejemplo a humanizarnos, es decir, a ser cercanos a la gente, solidarios respetuosos. Juan un hombre fuera de lo común, austero, sobrio, vivía con lo indispensable, ayunaba, anunciaba y denunciaba. El Reino de los cielos exige esfuerzo, perseverancia. Y más que pensar en el Reino como un lugar sintamos que es un llamado a aprender a vivir como hermanos y hermanas, porque lo que Jesús nos enseñó, es que Dios es Padre de todos.
¿En nuestra vida, cómo concebimos y presentamos a Dios? ¿Tenemos la fuerza y la valentía de anunciar a Jesús con nuestra coherencia de vida, sin reducir nuestro anuncio solo a nivel privado?
Señor, Jesús, dame la gracia de preparar mi corazón para recibirte en este tiempo de Adviento con mayor disponibilidad y alegría. Que como Juan el Bautista, pueda reflejar cada una de tus enseñanzas a través de un testimonio de vida sobrio, sereno, humilde, solidario y cercano.Amén.
Juan recibió una misión clara por parte de Dios y la llevó a cabalidad hasta el final. Nosotros, hemos recibido el don de la vida, y estamos aquí y ahora. agradezcamos a Dios por los dones que nos ha regalado como personas y por la misión que nos ha confiado.

Esta invitación de Jesús es vital, porque la religión no pocas veces se puede vivir como una carga pesada, como cumplimiento, y donde no estamos libres de en algún momento perder el sentido, de nuestras sacrificios y renuncias, donde la norma por la norma, más que atraernos, nos aleja. “Vengan a mí”. ¡Qué mejor que aceptar su invitación y encontrarnos con Jesús, a través de su Palabra que libera y sana, que nos muestra a Dios como Padre!. Nada ni nadie puede darnos el alivio que nos viene de él. Encontrarnos con Jesús es la clave. “Carguen con mi yugo porque es llevadero y mi carga ligera”. Jesús, no es ajeno al cansancio y agobio de la gente, que no aguanta tanto peso, imposiciones, legalismos, estructuras; no a su servicio, sino ellos al servicio de estructuras injustas y superiores a sus fuerzas. Jesús no condena, no juzga, nos libera de los yugos que nos aplastan. La fe, la espiritualidad, nos deben ayudar a sentirnos bien. No debe oprimirnos si eso sucede, la religiosidad que oprime y nos causa sufrimiento, indudablemente no nos lleva a Dios.
Es parte de la vida, tener momentos en que, por diversas circunstancias nos experimentamos cansados, agobiados y que nos faltan fuerzas para seguir adelante. ¿Solemos apoyarnos y ponernos en las manos de Dios, que nunca nos falla?
Señor, Jesús, pongo en tus manos todos mis agobios y cansancios. Sé que tu tienes el poder de renovar mis fuerzas y dar sentido pleno a mis afanes. Que todo cuanto haga y busque sea para tu gloria, y para unir mi vida mucho más a ti, y a la de mis hermanos. Amén.
José María Castillo, nos dice: “La enseñanza capital de este relato y de estas palabras de Jesús es que una religiosidad que se hace carga pesada que oprime y que es causa de sufrimientos, eso no lleva a Dios”.

Nos encontramos ante el Dios de Jesús, que es Padre, y que, como tal, no juzga, no condena, no castiga, sino que ama incondicionalmente, al ser humano; que sale a su encuentro, que lo busca, porque para Él, no es indiferente cuando este ha perdido el camino, se ha desorientado, se siente solo, abandonado y camina sin rumbo. Dios Padre no es indiferente, conoce y ama a sus creaturas y por ello, no los abandona. Y como se nos dice en el Evangelio de este día, en este bello tiempo de Adviento que estamos viviendo: el viene a buscarnos, a ti, a mí, a nosotros. En Adviento, los cristianos recordamos la venida del Señor. Es Dios que viene a buscarnos. Dejémonos encontrar por él. Nosotros a ejemplo de Jesús, debemos salir al encuentro de las personas que, por diversas situaciones, han perdido el sentido de la vida, ante Dios no hay acepción de personas. Nadie mejor que Dios a través de Jesús para salir a nuestro encuentro, por buscarnos y ayudarnos a salir adelante.
Dios no deja de lado a los más vulnerables, sino que sale a su encuentro. ¿Tenemos la humildad de abrir nuestro corazón a Dios y dejarle entrar en nuestra vida?
Señor, Jesús, gracias porque nunca desistes de mí pese a mi fragilidad y a mi pecado. Gracias porque tu amor y tu misericordia me impulsa a ser una persona nueva y a no tener reparo de poner también de mi parte, para cooperar contigo en la construcción de tu Reino, empezando por mi propio corazón. Amén.
Con humildad, y total confianza en Dios, dejémonos encontrar por Él, y a la vez con su ayuda, salgamos al encuentro de los que han perdido el sentido de la vida. Con nuestras actitudes de acogida, cercanía y ejemplo de vida podemos ayudar a otros a volver a Dios.

El anuncio del ángel a María se da con una invitación a la alegría, la alegría profunda de saber que el Señor está con ella, y por tanto no hay porque tener miedo. En este breve diálogo entre el ángel y María tenemos el “Sí” de María, que es un regalo para toda la humanidad, porque gracias a su fe, a su capacidad de escucha, a su generosidad y disponibilidad, se da el misterio de la encarnación, del Dios con nosotros. Estamos entonces ante María, mujer creyente, que supo acoger en su seno al Hijo de Dios, que contribuyó, con sus cuidados maternos, en su crianza, y crecimiento. Su humildad, la hizo descubrir la grandeza de Dios. Fue su “Hágase en mi según tu Palabra” que posibilitó la encarnación de Jesús. Y esto no lo debemos olvidar en este día especial en que como Iglesia celebramos la fiesta de la Inmaculada da Concepción, dogma que fue proclamado por el Papa Pío IX un 8 de diciembre de 1854; y como nos dice José María Castillo: “Ella nos enseña lo más ejemplar y digno de la condición humana”. De igual manera, el beato Santiago Alberione afirma: “la humanidad sabe lo que debe a la mujer, basta mirar a María”.
El anuncio del ángel a María, está cargado de esperanza, ¿pedimos a nuestra madre María, que en medio de todo lo que vivimos a nivel personal, familiar y social, recordemos que Jesús está con nosotros?
Señor, Jesús, como María yo también quiero decir "sí" en este día a tu presencia y a cada uno de tus proyectos. Hágase en mí como tú quieres. Dame la fuerza necesaria para vivir con radicalidad, fidelidad y valentía cada una de tus enseñanzas. Amén
Si Dios está con nosotros, no habrá cabida para el miedo. María nos antecedió con su ejemplo de fe y esperanza. Acudamos a ella como madre de Dios y madre nuestra, ella es quien nos puede hacer llegar a Jesús.

Juan es la voz que grita en el desierto, llama a la conversión e invita a preparar el camino del Señor. Él vivía en la periferia, y desde allí, anunciaba la venida del Señor, a toda la gente de Jerusalén, Judea, y de la región cercana al Jordán, que venían para escucharle, confesar sus pecados y recibir el bautismo. Juan, tiene la autoridad moral y la libertad de hablar, y llamar a la conversión, porque no está implicado en lo que denuncia. Y reacciona con fuerza, al descubrir la hipocresía de algunos fariseos y saduceos que supuestamente venían para que él los bautizara. Los llama raza de víboras. Juan deja claro que quien viene detrás de él, es más grande y no merece desatarle las sandalias. Juan es el profeta cuya misión es preparar el camino del Señor.
Todos, necesitamos hacer un proceso de conversión personal. ¿Sentimos la necesidad de volver a Dios, dejando de lado, todo lo que, en nuestra vida, no vaya de acuerdo con lo que es justo?
Señor, Jesús, yo también quiero abrir mi corazón a la conversión en este tiempo de Adviento. Dame la gracia de reconocer aquellas actitudes que necesito cambiar y transformar para recibirte con mayor libertad y apertura interior. Amén.
El P. José Antonio Pagola nos dice que la preparación del camino para el Señor, según el mensaje de Juan el Bautista, es una tarea de enderezar los propios caminos y dejar atrás las prioridades que impiden crecer en la relación con Él. Esto requiere una profunda corrección personal y una apertura del corazón a la acción de Dios, que se traduce en una vida de justicia y verdad.

“Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, ‘como ovejas que no tienen pastor”. Jesús une predicación y curación, está con y entre la gente, y expresa algo que no es ajeno a nuestra realidad. Siente compasión por la gente que anda extenuada, abandonada, como ovejas sin pastor. El pastor se entiende la autoridad, los dirigentes, llamados a servir al pueblo, pero que en este caso han convertido su autoridad en poder, en dominio, en imposición, en un mirar sus propios y ambiciosos intereses mezquinos. Jesús no es indiferente ante esta realidad, entonces llama a sus discípulos y les envía como verdaderos pastores al servicio de los demás. Su autoridad, es legítima pues está basada en el respeto, en el predicar la Buena Noticia, pero sin ser indiferentes, ni pasar de largo ante las personas que sufren. Nuestros dirigentes, dónde están, para quién están, que han hecho con su autoridad.
¿Qué tenemos que antes no hayamos recibido? ¿Somos conscientes de que, con la ayuda de Dios, podemos sanar a tantas personas que están sumidas en la depresión, que han perdido la fe, la esperanza, el sentido de la vida?
Señor, Jesús, enséñame a compadecerme como tú de quienes están a mi lado. A reconocer que lo más valioso que tengo para ofrecer es mi tiempo, mi capacidad de escucha y diálogo, con quien sufre o pasa por alguna necesidad. Amén.
Anunciemos a Jesús, pero al mismo tiempo, no olvidemos contar con su ayuda, para aliviar el dolor de nuestra gente que necesita recuperar la esperanza, el sentido de la vida, las enfermedades del alma no pocas veces pesan y pueden sumirnos en la angustia y sinsentido de la vida.

¡Qué belleza!, nos encontramos ante dos ciegos, de los que mucho tenemos que aprender. Con seguridad han oído hablar de Jesús. Tienen afinado el oído, para escuchar que Jesús está pasando, tienen el valor de seguirlo por el camino, haciendo oír su voz, hasta que logran alcanzarle. Su fe en que Jesús puede devolverles la vista, es firme. Y Jesús atribuye la curación a esta fe tan grande que tienen. La fe en Jesús y la petición de salud van de la mano. Y una vez que recuperan la vista, pese a que Jesús les dijo que nadie se entere de esto, ellos no pudieron callar, sino que lo divulgaron con valentía. Y encontramos también a la gente que le presenta a Jesús a un mudo endemoniado. Jesús expulsa al demonio, y el mudo empieza a hablar. Dos curaciones distintas: devuelve la vista y devuelve el habla. El poder ver y poder hablar nos permiten comunicarnos con los demás.
¿Somos conscientes, que la fe nos sostiene, nos da fuerza y nos empuja a seguir adelante?
Señor, Jesús, cura las cegueras de mi corazón que me impiden reconocer tu presencia en cada realidad que vivo y en las personas que pones a mi lado. Ayúdame a reconocer también aquellas actitudes que no me permiten comunicarme de mejor manera con los demás. Amén.
La fe que estos hombres tenían en sus corazones no les ahorró ningún esfuerzo, para alcanzar a Jesús. La ceguera no siempre es física, tenemos aquí la ceguera espiritual de los fariseos que al ver que Jesús expulsa al demonio de la persona muda, atribuyen, que esto lo hace con el poder del jefe de los demonios.

Escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica, nos despierta, desinstala, y en el buen sentido de la palabra, nos cambia la vida. Las invocaciones, tienen su valor, pero no debemos quedarnos solo en ello, sino pasar a la acción, cumplir la voluntad de Dios; y para saber cuál es la voluntad de Dios, basta ver el ser y el obrar de Jesús. Escuchar el Evangelio es una cosa, pero el ponerlo en práctica no pocas veces, nos queda cuesta arriba. Y lo más común es acostumbrarnos a escuchar y nada más. Nosotros somos cada uno la casa, pero nuestra roca es el Señor, si nuestra vida la cimentamos en Él, no habrá situación por adversa que sea que nos derrumbe; en cambio sino no tenemos a Dios como base sólida, cualquier contratiempo, dificultad y sufrimiento que no faltarán porque son parte de la vida, nos hundirán como personas, en la angustia y depresión. La voluntad de dios es Jesús… y Jesús es incompatible con la injusticia.
La oración es importante en nuestra vida, pero, ¿tenemos la fuerza para darnos cuenta de que la oración nos debe empujar a la acción?
Señor, Jesús, yo también quiero construir mi vida sobre la roca firme de tu Palabra. Enséñame a escucharla con mayor atención, apertura y docilidad. Que en este tiempo de Adviento pueda contemplar tu presencia en cada cosa que vivo. Amén.
La voluntad de Dios es Jesús. La casa somos cada uno de nosotros, cimentemos nuestra vida sobre esa roca firme que es el Señor, de esta manera, no habrá adversidad por dura que sea, que nos derrumbe.

La humanidad de Jesús es un ejemplo a seguir, no solo anuncia el Reino de Dios, sino que cura a los enfermos. Cuán importante es para los seres humanos tener salud, y esto quien mejor para saber y salir al encuentro que Jesús. La gente que veía estas curaciones quedaba maravillada. Pero hay un segundo aspecto, Jesús se da cuenta de que el alimento es importante. Y he aquí su expresión a sus discípulos: “siento compasión de esta gente que lleva ya tres días y no tienen que comer”. El sentido de la palabra compasión es profunda, significa: “padecer con”, “sufrir con”. Jesús no es indiferente ante el problema de la falta de alimento, así que sale al encuentro. Y bastarán siete panes y unos pocos peces, que bendecidos, serán alimento suficiente para mucha gente que estaba esos días con él. Cuando se comparte, no falta. El padre, José Luis Martín Descalzo decía: “Señor, da pan a los hambrientos y hambre de ti a los satisfechos”.
¿Somos capaces de compartir, aunque sea de lo poco que tenemos con quien vemos que lo necesita?
Señor, Jesús, abre mi corazón en este tiempo de Adviento a la gratuidad y a la generosidad. Que como tú aprenda a no ser indiferente al dolor y a las necesidades de quienes caminan a mi lado y compartir con ellos todo lo que tengo con alegría. Amén.
La salud y el alimento, son una necesidad y nosotros lo sabemos, pues en nuestros países ricos en recursos, la desigualdad es visible. El acaparamiento de la riqueza en pocas manos, globaliza el problema del hambre en el mundo y son frágiles los sistemas de salud pública.


