Hoy celebramos la Fiesta de san Esteban, un hombre lleno de fe, que fue el primer mártir de la Iglesia, y que antes de morir pidió a Dios que perdonara a sus asesinos. En el seguimiento a Jesús, no cabe la comodidad, el aburguesamiento, el miedo a no ser aceptados o comprendidos. Debemos asumir las consecuencias que conlleva ser fieles al seguimiento de Jesús, lo cual nos exige ir en contra de la injusticia, las imposiciones, el poder como dominio, no como servicio; los silencios cómplices. El conflicto, la persecución se da en cualquier ambiente humano. El testimonio, para no pocas personas, molesta e incomoda, porque en el fondo les cuestiona. Callar es más cómodo, hablar compromete.
En nuestras oraciones, ¿pedimos alguna vez a Dios, que nos ayude a ser más libres, para que ser mucho más fieles al Evangelio?
Señor, Jesús, hoy te pido por todas las personas que como san Esteban te han seguido con radicalidad y han sido martirizados a causa del Reino. Que su ejemplo nos ayude a vivir con mayor conciencia y compromiso nuestra fe, y a testimoniarla con una vida más libre, sencilla y auténtica. Amén.
El conflicto surge por el testimonio. Jesús dice claramente: el que persevere hasta el final, se salvará. Si afrontamos el conflicto, las incomprensiones, no es por nosotros mismos, sino por la fe que tenemos en Jesús, que nos fortalece y no nos deja sucumbir.

El cántico de Zacarías que escuchamos hoy en el evangelio, está lleno de citas y resonancias del Antiguo Testamento que nos recuerdan la esperanza mesiánica. En él, podemos reconocer dos partes: la primera (vv. 68-75), es un himno de alabanza y de acción de gracias a Dios, salvador de su pueblo. La segunda (vv. 76-79), es una visión profética del precursor, en la que se declara la misión a que está destinado. Zacarías comprende en aquellos momentos aquello que está sucediendo y por ello da gracias. Dios redime y libera a su pueblo como lo redimió y liberó antaño de la esclavitud de Egipto. Va a hacer realidad las promesas de Alianza hechas a Abrahán. Y Juan, será el profeta que prepare la entrada del Señor, quien liberará a su pueblo, para que le sirva en santidad y justicia.
¿Somos conscientes de que este hermoso himno, es un canto de esperanza, que anticipa la venida del Señor?
Gracias, Señor, por ser el sol que nace de lo alto y llenar de esperanza nuestra humanidad. Hoy en vísperas de la Navidad, te pido que me ayudes a reconocer en ti, el rostro vivo de Dios que camina a mi lado, me forma a través de su Palabra y me lanza a una vida distinta en la que reine siempre el amor, la justicia y la misericordia. Amén.
Zacarías una vez que recupera el habla y manifiesta su alegría, inspirado y movido por la fuerza del Espíritu Santo, entona este hermoso himno, donde se resalta la misericordia infinita de Dios y su fidelidad a la Alianza.

Es propio ante una buena noticia experimentar y expresar alegría. Cómo no iba a estar alegre Isabel, quien pese a ser estéril, había concebido un hijo. Cómo no va a estar alegre Zacarías, al ver cumplido el anuncio del ángel de que su esposa Isabel, aún en su vejez, le daría un hijo. Cómo no iban a estar alegres sus vecinos y la gente del pueblo. Si nosotros evangelizadores somos anunciadores de la Buena Noticia de Jesús, como no hacerlo con alegría, superando nuestros rostros a veces demasiados serios y algo desalentados y tristes. A los ocho días cuando acuden al Templo para circuncidar al niño, era costumbre en los judíos, que el niño llevara el nombre de su padre, para dar continuidad a la misión que este vivía. Zacarías era sacerdote del Templo, allí servía como tal. Sin embargo, su hijo recibió por nombre “Juan” que significa “Yahvé se ha compadecido”. Este era el nombre querido por Dios para él, u su misión no se desarrollaría en el Templo sino en el desierto. Pasaría del culto a la profecía.
La incredulidad existe desde siempre, pero, ¿somos capaces, de dar nombre a nuestra incredulidad, somos capaces de romper nuestro silencio, y ser agradecidos con Dios?
Señor, Jesús, enséñame a reconocer que al igual que Juan, Dios también me ha llamado a la vida para una misión especial. Ayúdame a descubrirla y hacer de ella, un medio para comunicar tu amor, consolar a otros e irradiar tu ternura y tu rostro misericordioso. Amén.
El nombre de Juan en este caso es iniciativa de Dios, no de Zacarías e Isabel. Un nombre que conlleva una misión específica y clara: preparar los caminos del Señor. Unos padres, piadosos y cumplidores de los mandamientos del Señor.

El canto del Magníficat nos ayuda a darnos cuenta de que Dios pone su atención, en los pobres. Es un canto de esperanza, de alegría y gratitud a Dios, que fija su mirada en los humildes, en los desfavorecidos en la gente vulnerable. No estamos ante la concepción de un Dios castigador, justiciero, o causante de nuestras desgracias, sino de un Dios lleno de amor, ternura y misericordia. María, mujer sabia, sencilla, pobre y humilde que se reconoce así misma “esclava del Señor”, de quien proclama su grandeza y se alegra porque en ella, ha hecho maravillas. María canta el poder de Dios que derriba a los ricos de sus tronos, enaltece a los humildes y a los pobres, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despides vacíos. Esto es bueno tenerlo en cuenta, porque con el canto del Magníficat, nos puede pasar lo que, con el Padrenuestro, es decir, que nos acostumbramos a cantarlos o rezarlos de manera rutinaria, sin profundizar en la riqueza de su contenido. Si bien el Padrenuestro, más que una oración es un proyecto de vida, el Magníficat, es el canto que reconoce a Dios como Salvador. Es el canto de la acción liberadora de Dios en la historia.
A lo largo de mi vida, ¿cuáles son las maravillas que Dios con su infinita bondad ha obrado en mí?
Gracias, Señor, por todo el bien que obras en mi existencia y en la de quienes me rodean. Gracias porque hoy a la luz de la Palabra, me enseñas que los pobres, humildes y pequeños ocupan un lugar privilegiado en tu corazón, y, por lo tanto, también me invitas a ponerlos en el mío. Amén.
Muchas veces sin darnos cuenta, es más aquello que pedimos a Dios, que lo que agradecemos. Estamos ante una linda oportunidad: tomarnos un momento para poder hacer un examen de conciencia, pero no solo para pedir perdón, sino para ver dónde está Dios en mi vida cotidiana y darle gracias.

El evangelio de Mateo en este día nos cuenta como María concibe en su vientre a Jesús sin todavía vivir con José. Realidad que pone su relación en aprietos, y que lleva a san José a querer rechazar a María en secreto. Ante esta realidad, Dios rompe su silencio y envía a su mensajero para que ayude a José a comprender el gran misterio del cual, tanto él como María, serían partícipes: “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados”. Las palabras del ángel ayudan a José a comprender la misión que Dios le preparaba y lo alienta a compartirla junto a María. De igual manera, en nuestra vida pueden suceder acontecimientos que nos desarman o cambian nuestros planes por completo. Pidamos al Señor, en este día que, ante ellos, no perdamos nunca la confianza y aprendamos a reconocer las mediaciones a través de las cuales Dios nos habla y nos acompaña en el camino.
¿Qué enseñanza nos deja la acogida que José tiene con María para nuestra vida?
Señor, Jesús, no permitas que los grandes desafíos que la vida me presenta me impidan reconocer el rostro de Dios que me guía y acompaña. Que como san José aprenda siempre a confiar y a esperar la manifestación de la voluntad de Dios. Amén.
Dios nunca se calla, ni nos abandona. Él nos habla y manifiesta su voluntad a través de las personas que pone en el camino y las experiencias que vivimos. Solo nos pide saber esperar y confiar.

El misterio de la encarnación se da en Galilea, región sin importancia, despreciada y marginalizada. La Anunciación es un momento muy importante e inolvidable, es el momento en que Dios, en Jesús, se abaja a sí mismo, en lo humilde y entre los humildes. En Galilea, región no bien vista ni apreciada por los judíos observantes de la Ley, que la llamaban peyorativamente: “Galilea de los gentiles”, debido a la influencia de paganos en el territorio, por lo que eran más abiertos y observaban con menos rigidez la Ley, que los habitantes de Judea y de Jerusalén. Lucas, sitúa el anuncio del ángel a María en el tiempo de Herodes, seis meses después de la concepción de su prima Isabel. Nazaret no es un lugar importante, antes bien está en la periferia. Y así son las cosas de Dios, que se manifiesta en lo sencillo, en lo que aparentemente no es. María joven y ya comprometida con José, cada uno vive en su casa, pero guardándose fidelidad mutua. María espera, cree y confía en el anuncio del ángel: “¡Alégrate, el señor está contigo!”, y su respuesta está llena de fe y confianza plena en Dios: “He aquí la esclava del señor, hágase en mi según tu palabra”. Gracias al “sí” de María tenemos a Jesús entre nosotros.
¿Estamos abiertos y llenos de fe para hacer la voluntad de Dios, a pesar de que vivamos tiempos difíciles, de mucho sufrimiento e incertidumbre?
Señor, Jesús, dame la gracia de abrir siempre mi corazón a la voluntad de Dios, así muchas veces aquello que me pide supere mis expectativas o me implique renuncia o sacrificio. Que como María aprenda siempre a ver más allá de mis posibilidades para dar paso a las de Dios. Amén.
Para saber cuál es la voluntad de Dios, basta ver a Jesús, qué hizo, cómo actuaba. Me atrevo a decir, que la voluntad de Dios es Jesús, que siempre salió al encuentro del ser humano, lo acogió, lo amó, se compadeció y caminó “con y entre la gente”.

En el tiempo del rey Herodes, había un sacerdote de nombre Zacarías, casado con una descendiente de Aarón, cuyo nombre era Isabel. Estaban en el Templo de Jerusalén, cuando a Zacarías le tocó la suerte de entrar al santuario, mientras la gente se quedó rezando en los patios. Y es ante el altar del incienso donde a Zacarías, se le aparece el ángel Gabriel, con la Buena Noticia, de que, su ruego había sido escuchado y que Isabel su esposa, le daría un hijo al que pondría por nombre Juan. En comprensible el susto que experimenta Zacarías ante la presencia del ángel, y por ello, la primera palabra que le dice el ángel Gabriel, es: “No tengas miedo”. Pero al recibir este anuncio, Zacarías, todo un sacerdote del Templo no cree en sus palabras. Al verse de edad avanzada y a su esposa estéril, no ve viable sus palabras. Sabemos que la esterilidad en una mujer en los tiempos de Jesús era causa de humillación. Zacarías, al no creer queda mudo y solo recuperará el habla cuando se cumpla lo anunciado por el ángel. Definitivamente el creer, es un regalo de Dios que debemos custodiar y cultivar cada día. Este evangelio comienza en el Templo y termina en el Templo. Su hijo Juan, será servidor del Señor, estará lleno del Espíritu Santo. Juan será quien abrirá el camino al Señor. Juan significa, el Señor es misericordioso.
En este tiempo especial de Adviento, ¿cómo me estoy preparando desde lo íntimo de mi corazón para acoger al Señor en mi vida?
Señor, Jesús, como Zacarías mi fe muchas veces es débil y flaquea ante los acontecimientos que sobrepasan mi entendimiento. Enséñame a creer más allá de mis expectativas y abrirme con fe al insondable misterio de Dios. Amén.
Este bello pasaje bíblico nos pone de frente ante la venida de Jesús y nos prepara para acogerlo con mayor fe en nuestra vida.

Jesús compara a sus discípulos con los invitados a una boda, por eso, ellos no pueden ayunar mientras el esposo está con ellos. Con estas palabras el Maestro Divino afirma que su presencia es la fuente verdadera del gozo y la paz interior. Él es el Dios amor hecho hombre que vino para hacer de la humanidad su esposa amada. Para sus discípulos el ayuno no es una obligación externa, sino expresión de la relación profunda que viven con su maestro. Por ello, Jesús añadió: “Nadie remienda un vestido viejo con una tela nueva, porque esta tiraría la tela vieja y se haría un roto más grande. Nadie echa vino nuevo en vasijas de cuero viejos, porque el vino haría reventar las vasijas y todo quedaría perdido”; y Jesús concluyó con esta invitación: “¡A vino nuevo, envases nuevos!”. Esta enseñanza de Jesús, nos deja claro que el modo de pensar y vivir según el mundo no puede contener el mensaje nuevo y radical que Él nos trae. Es preciso abrir el corazón a la acción de su Espíritu y permitir que Él, haga crecer la vida divina que nos dio como don incomparable el día de nuestro bautismo.
¿Valoro la presencia viva de Jesús Resucitado que desde el bautismo habita en mi corazón? ¿Soy débil a las inspiraciones del Espíritu Santo que quiere reproducir en mí el modo de vivir y amar de Jesús, para que como odre nuevo ofrezca a todos la vida divina que llevo dentro? ¿Qué siento que me pide hoy el Señor?
Gracias Jesús, por habitar en nuestro corazón haciendo de nuestra pobre humanidad un odre nuevo. Haz que ofrezcamos a todos el gozo de la comunión contigo y con los demás. Amén.
Quiero alimentar con oración y gestos de bondad el vino nuevo de la vida divina que llevo dentro de mí.
“Jesús les contestó: '¿Quieren ustedes que los compañeros del novio ayunen mientras el novio está con ellos? Mientras tengan al novio con ellos, claro que no pueden ayunar’”.
La comparación de Jesús del remiendo nuevo en vestido viejo enfatiza que la gracia de Cristo no es un “parche” sobre las antiguas obras de la ley. La salvación que Él nos trae es total, y su vida nueva transformará completamente a la persona, y no es un añadido a lo que ya era(José Antonio Pagola).

“José hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella, viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados”. Este mensaje del ángel que José recibe en sus sueños, lo lleva acoger a María, a no denunciarla, sino a repudiarla en secreto. Y es maravilloso ver la actitud de José, quien, sin dudar de las palabras del ángel, se levanta y hace lo que le pide, es decir, se lleva a María a su casa. José es un ejemplo de fe, de amor, de padre, de persona abierta al misterio de Dios. El nombre Jesús significa, Dios salva, y Emmanuel, “Dios con nosotros”, ya que la salvación que Dios nos ofrece, nos viene a través de Jesús. Por eso, las primeras generaciones cristianas llevaban muy dentro de sí, el nombre de Jesús. Pidamos a Dios, que, en este tiempo de Adviento, nos ayude a recuperar el verdadero sentido de la Navidad. Recobremos el valor del silencio que nos devuelve a lo esencial, que nos libera de la superficialidad, del vacío, del sinsentido y nos llama a reconocer a Jesús, al Emanuel, al Dios con nosotros que está dentro de nuestro ser.
¿Creemos que Dios, no nos pide cosas que sean superiores a nuestras fuerzas y que, con su ayuda, todo es más llevadero?
Señor, Jesús, enséñame en este tiempo de Adviento a acoger como san José a María en mi casa. A abrir mi corazón con fe y esperanza al anuncio del ángel y dejarme fecundar por su Palabra. A no tener reparo de salir de mis comodidades para abrirme a lo que es realmente esencial en la vida. Amén.
Cuando en el camino de la vida, experimentamos la seriedad y responsabilidad ante lo que Dios nos pide y que parece superior a nuestras fuerzas, lo común es huir, evadir. Pero aprendamos a confiar en la ayuda de Dios.

Mateo nos presenta la genealogía de Jesús, la cual está conformada por tres grupos de 14 generaciones cada uno, para demostrar que Jesús es el Mesías. No podemos pasar por alto los nombres de cuatro mujeres que no son judías: Tamar era aramea; Rut, Moabita; Rajab, cananea, y Betsabé, esposa de Urías el hitita. Por tanto, podemos comprender que El Hijo de Dios no se encarna en una cultura determinada sino en la condición humana, con sus luces y sus sombras, pues no hay personas de la genealogía que brillen por su perfección. Demos gracias a Dios. Por este regalo tan grande de la encarnación. Jesús asumió la condición humana y esto nos debe maravillar, porque se hizo en todo semejante a nosotros menos en el pecado. Al tomar la condición humana, sabe lo que es el sufrimiento, el dolor, la marginación, la persecución, la pobreza. Alegrémonos de corazón en este tiempo de Adviento recordando a Jesús que fue capaz de salir al encuentro de la humanidad, para aliviar el sufrimiento, devolver la dignidad a las personas, y que, al asumir nuestra condición humana, no está fuera de nosotros ni lejos, sino dentro de nosotros, caminado en y entre nosotros.
Para los judíos era muy importante mantener viva la memoria de sus antepasados, nosotros ¿conocemos y valoramos nuestras raíces es decir nuestra historia?
Gracias, Señor, Jesús, por el gran regalo de mi familia, por cada uno de los valores y las experiencias que puedo compartir a su lado. Gracias porque en este Adviento me llamas a reconocer su importancia y a aprender a quererlos y apreciarlos mucho más desde ti. Amén.
Desconocer nuestras raíces, es no permitirnos conocernos a nosotros mismos y avanzar hacia adelante, valorando todo el potencial recibido, evitando repetir lo que no ha sido tan bueno. No podemos vivir sin memoria.


