“Luz para alumbrar a las naciones”
(Lc 2,22-35)

Permitamos que la Palabra de Dios entre a nuestra vida:

José y María, cumplen fielmente con lo prestablecido en la ley del Señor. Al llegar al Templo nos encontramos con Simeón, hombre justo y piadoso, a quien el Espíritu Santo, le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor, él acude al templo movido por el Espíritu. Y al ver al niño, lo reconoce como el Mesías y exclama este breve himno: “Ahora Señor según tu promesa puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu salvador, luz de las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. Así es, Jesús es la presencia de luz y esperanza para todos los pueblos, presencia que ilumina cualquier oscuridad que, a lo largo de la vida, nos puede sumir en la angustia, el conformismo, la falta de ilusión, el derrotismo. Tanto ayer como hoy, estamos llamados como pueblo y como personas a reconocer en nuestra vida a Jesús, como esa luz que ilumina, da sentido y esperanza a nuestra vida.

Reflexionemos:

Ante situaciones de oscuridad, ¿sentimos que Jesús es nuestra luz, que nos llena de valor para seguir adelante?

Oremos:

Señor, Jesús, tú eres la luz que da sentido a mi vida y llena mi corazón de amor a Dios y a los demás. Ayúdame en esta Navidad a superar toda angustia o temor que robe la paz de mi interior y no me deje abrazar la vida con mayor valor, confianza y libertad. Amén.

Recordemos:

Jesús es luz para todos los pueblos. Son muchas las situaciones de oscuridad, que vivimos a lo largo de la vida y que podrían robarnos la alegría, la esperanza y sumirnos en actitudes pasivas y derrotistas. Jesús es la única luz capaz de dar sentido a nuestra vida.

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“Toma al niño y a su madre y huye a Egipto”
(Mt 2,13-15.19-23)

Permitamos que la Palabra de Dios entre a nuestra vida:

Nos encontramos ante la importancia de los sueños y, en medio de ellos, tener los oídos atentos para escuchar, creer y ponerse manos a la obra. Por medio del anuncio del ángel a José nos damos cuenta de la crueldad del gobernador Herodes, que quiere matar a Jesús. José escucha, cree, obedece y actúa. A través de estas actitudes encontramos a un José obediente y con una confianza plena en Dios. Queda claro que el Niño Jesús, es visto como amenaza. Hoy no hablamos de matanzas de niños, pero debemos abrir nuestros ojos y poner en manos de Dios, la crueldad de los nuevos Herodes, enfermos incurables de avaricia, corrupción, acumulación. Hoy vemos que existen otras formas de matar a nuestros niños como el hambre, la falta de educación, el comercio sexual, el tráfico de órganos, el abuso, el aborto, entre otros.

Reflexionemos:

¿Conocemos suficientemente el valor de la familia? ¿somos valientes en no contribuir con ningún tipo de violencia y menos aún con los niños?

Oremos:

Señor, Jesús, te pido en este día por todos los niños que son víctima de la violencia, que sufren el maltrato de sus familiares, que son objeto de explotación laboral y sexual. Ayúdalos para que, aún en medio de estas difíciles realidades, puedan alimentar la esperanza en un mañana mejor. Amén.

Recordemos:

NSan José tiene el don de saber escuchar el mensaje del Ángel. Huye a Egipto y después que muere Herodes, vuelve a escuchar al ángel del Señor que le dice que regrese a su pueblo, él obedece, se somete, no pregunta a pesar que no entienda los caminos de Dios. Contemplemos a San José recibiendo el mensaje y haciendo la voluntad de Dios.

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"El otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro"
(Jn 20,2-8)

Permitamos que la Palabra de Dios entre a nuestra vida:

María Magdalena ha encontrado el sepulcro vacío y va a comunicar a Pedro y a Juan esta triste noticia. Se han llevado del sepulcro al Señor y nos sabemos dónde lo han puesto. Prima aquí la evidencia del sepulcro vacío. Al escuchar esto, Pedro y Juan salen y van corriendo hacia el sepulcro; es lógico que los dos, aunque corrían juntos, Juan, por ser el más joven corriera más rápido y por tanto llegara primero al sepulcro y, aunque vio las vendas, no entró. Pero quien entra al llegar es Pedro, que además de ver las vendas en el suelo, vio también el sudario con que le habían cubierto la cabeza que estaba enrollado en otro lugar. Hay también otra actitud para resaltar en Juan y es esta, que, aunque llegó primero y no entró, ahora entra después de Pedro, pero “ve y cree”. Es el amor de Juan por el Señor el que le lleva a ver y creer. La tumba vacía es una evidencia, la fe es encuentro con Jesús.

Reflexionemos:

El amor de María Magdalena y de Juan por Jesús, fue muy grande, ¿con qué actitudes demuestro mi amor al Señor?

Oremos:

Señor, Jesús, yo también quiero ver y creer como lo hizo Juan. Que al contemplarte hecho niño en el pesebre pueda renovar mi amor y mi fe en ti, y descubrir tu presencia viva y cercana en cada realidad que vivo. Amén.

Recordemos:

Nadie vio ni fue testigo del momento de la resurrección de Jesús. Pero la evidencia del sepulcro vacío es real, no está. Nuestra fe en él, nos abre a creer espiritualmente en su presencia viva.

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“No serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre”
(Mt 10,17-22)

Permitamos que la Palabra de Dios entre a nuestra vida:

Hoy celebramos la Fiesta de san Esteban, un hombre lleno de fe, que fue el primer mártir de la Iglesia, y que antes de morir pidió a Dios que perdonara a sus asesinos. En el seguimiento a Jesús, no cabe la comodidad, el aburguesamiento, el miedo a no ser aceptados o comprendidos. Debemos asumir las consecuencias que conlleva ser fieles al seguimiento de Jesús, lo cual nos exige ir en contra de la injusticia, las imposiciones, el poder como dominio, no como servicio; los silencios cómplices. El conflicto, la persecución se da en cualquier ambiente humano. El testimonio, para no pocas personas, molesta e incomoda, porque en el fondo les cuestiona. Callar es más cómodo, hablar compromete.

Reflexionemos:

En nuestras oraciones, ¿pedimos alguna vez a Dios, que nos ayude a ser más libres, para que ser mucho más fieles al Evangelio?

Oremos:

Señor, Jesús, hoy te pido por todas las personas que como san Esteban te han seguido con radicalidad y han sido martirizados a causa del Reino. Que su ejemplo nos ayude a vivir con mayor conciencia y compromiso nuestra fe, y a testimoniarla con una vida más libre, sencilla y auténtica. Amén.

Recordemos:

El conflicto surge por el testimonio. Jesús dice claramente: el que persevere hasta el final, se salvará. Si afrontamos el conflicto, las incomprensiones, no es por nosotros mismos, sino por la fe que tenemos en Jesús, que nos fortalece y no nos deja sucumbir.

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“Hoy les ha nacido Salvador”
(Lc 2,1-14)

Permitamos que la Palabra de Dios entre a nuestra vida:

José y María en Belén van tocando puertas para hospedarse. María está a punto de dar a luz, pero es difícil encontrar posada. Al fin un posadero les ofrece el establo. Y es ahí donde nace Jesús, el Hijo de Dios. José, acompaña a su amada María y al niño con toda su entrega, generosidad, sacrificio, y su fe a toda prueba. María, envuelve en pañales al niño y lo acuesta en un pesebre. Los primeros en recibir el anuncio del nacimiento de Jesús, no son las autoridades del pueblo, los grandes, sino unos pobres pastores, que durante la noche están en el campo cuidando sus rebaños. La noche es habitual para ellos, pero al verse sorprendidos por el gran resplandor de un ángel, se asustan mucho. Y es el ángel de Dios quien primero les dice que no tengan miedo, y seguidamente les da la buena noticia de que ha nacido en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo (el Mesías) el Señor. La señal es esta: “que, hallarán a un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Ellos van a prisa, porque creyeron en las palabras del Ángel. Fueron, vieron, contaron lo anunciado, y al salir del establo contaron a los demás esta Buena Noticia. Me atrevo a decir, que los primeros evangelizadores, los primeros anunciadores de esta Buena noticia, fueron estos pobres pastores, en quien Dios se fijó.

Reflexionemos:

¿Desde nuestro ser cristianos, evitamos caer en la profanación del verdadero sentido de la Navidad? ¿por qué a veces nos cuesta reconocer que el Niño Jesús, el más pobre de los pobres, se abajó para elevarnos como hijos de Dios?

Oremos:

Señor, Jesús, gracias por hacerte uno de nosotros en la ternura de un niño y en la humildad de un pesebre. Tú eres el gran regalo de Dios para la humanidad, el gran regalo que siempre quiero atesorar en mi corazón y desde el cual, amar a los demás. Amén.

Recordemos:

José María Castillo, nos decía, que Dios a través de la figura de Jesús, se manifiesta en lo más vulnerable, en la fragilidad de un niño, para comunicar su presencia en la humanidad.

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“Nos visitará el Sol que nace de lo alto”
(Lc 1, 67-79)

Permitamos que la Palabra de Dios entre a nuestra vida:

El cántico de Zacarías que escuchamos hoy en el evangelio, está lleno de citas y resonancias del Antiguo Testamento que nos recuerdan la esperanza mesiánica. En él, podemos reconocer dos partes: la primera (vv. 68-75), es un himno de alabanza y de acción de gracias a Dios, salvador de su pueblo. La segunda (vv. 76-79), es una visión profética del precursor, en la que se declara la misión a que está destinado. Zacarías comprende en aquellos momentos aquello que está sucediendo y por ello da gracias. Dios redime y libera a su pueblo como lo redimió y liberó antaño de la esclavitud de Egipto. Va a hacer realidad las promesas de Alianza hechas a Abrahán. Y Juan, será el profeta que prepare la entrada del Señor, quien liberará a su pueblo, para que le sirva en santidad y justicia.

Reflexionemos:

¿Somos conscientes de que este hermoso himno, es un canto de esperanza, que anticipa la venida del Señor?

Oremos:

Gracias, Señor, por ser el sol que nace de lo alto y llenar de esperanza nuestra humanidad. Hoy en vísperas de la Navidad, te pido que me ayudes a reconocer en ti, el rostro vivo de Dios que camina a mi lado, me forma a través de su Palabra y me lanza a una vida distinta en la que reine siempre el amor, la justicia y la misericordia. Amén.

Recordemos:

Zacarías una vez que recupera el habla y manifiesta su alegría, inspirado y movido por la fuerza del Espíritu Santo, entona este hermoso himno, donde se resalta la misericordia infinita de Dios y su fidelidad a la Alianza.

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“Nacimiento de Juan Bautista”
(Lc 1, 57-66)

Permitamos que la Palabra de Dios entre a nuestra vida:

Es propio ante una buena noticia experimentar y expresar alegría. Cómo no iba a estar alegre Isabel, quien pese a ser estéril, había concebido un hijo. Cómo no va a estar alegre Zacarías, al ver cumplido el anuncio del ángel de que su esposa Isabel, aún en su vejez, le daría un hijo. Cómo no iban a estar alegres sus vecinos y la gente del pueblo. Si nosotros evangelizadores somos anunciadores de la Buena Noticia de Jesús, como no hacerlo con alegría, superando nuestros rostros a veces demasiados serios y algo desalentados y tristes. A los ocho días cuando acuden al Templo para circuncidar al niño, era costumbre en los judíos, que el niño llevara el nombre de su padre, para dar continuidad a la misión que este vivía. Zacarías era sacerdote del Templo, allí servía como tal. Sin embargo, su hijo recibió por nombre “Juan” que significa “Yahvé se ha compadecido”. Este era el nombre querido por Dios para él, u su misión no se desarrollaría en el Templo sino en el desierto. Pasaría del culto a la profecía.

Reflexionemos:

La incredulidad existe desde siempre, pero, ¿somos capaces, de dar nombre a nuestra incredulidad, somos capaces de romper nuestro silencio, y ser agradecidos con Dios?

Oremos:

Señor, Jesús, enséñame a reconocer que al igual que Juan, Dios también me ha llamado a la vida para una misión especial. Ayúdame a descubrirla y hacer de ella, un medio para comunicar tu amor, consolar a otros e irradiar tu ternura y tu rostro misericordioso. Amén.

Recordemos:

El nombre de Juan en este caso es iniciativa de Dios, no de Zacarías e Isabel. Un nombre que conlleva una misión específica y clara: preparar los caminos del Señor. Unos padres, piadosos y cumplidores de los mandamientos del Señor.

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“El Poderoso ha hecho obras grandes en mí”
(Lc 1,46-56)

Permitamos que la Palabra de Dios entre a nuestra vida:

El canto del Magníficat nos ayuda a darnos cuenta de que Dios pone su atención, en los pobres. Es un canto de esperanza, de alegría y gratitud a Dios, que fija su mirada en los humildes, en los desfavorecidos en la gente vulnerable. No estamos ante la concepción de un Dios castigador, justiciero, o causante de nuestras desgracias, sino de un Dios lleno de amor, ternura y misericordia. María, mujer sabia, sencilla, pobre y humilde que se reconoce así misma “esclava del Señor”, de quien proclama su grandeza y se alegra porque en ella, ha hecho maravillas. María canta el poder de Dios que derriba a los ricos de sus tronos, enaltece a los humildes y a los pobres, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despides vacíos. Esto es bueno tenerlo en cuenta, porque con el canto del Magníficat, nos puede pasar lo que, con el Padrenuestro, es decir, que nos acostumbramos a cantarlos o rezarlos de manera rutinaria, sin profundizar en la riqueza de su contenido. Si bien el Padrenuestro, más que una oración es un proyecto de vida, el Magníficat, es el canto que reconoce a Dios como Salvador. Es el canto de la acción liberadora de Dios en la historia.

Reflexionemos:

A lo largo de mi vida, ¿cuáles son las maravillas que Dios con su infinita bondad ha obrado en mí?

Oremos:

Gracias, Señor, por todo el bien que obras en mi existencia y en la de quienes me rodean. Gracias porque hoy a la luz de la Palabra, me enseñas que los pobres, humildes y pequeños ocupan un lugar privilegiado en tu corazón, y, por lo tanto, también me invitas a ponerlos en el mío. Amén.

Recordemos:

Muchas veces sin darnos cuenta, es más aquello que pedimos a Dios, que lo que agradecemos. Estamos ante una linda oportunidad: tomarnos un momento para poder hacer un examen de conciencia, pero no solo para pedir perdón, sino para ver dónde está Dios en mi vida cotidiana y darle gracias.

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“Jesús nacerá de María, desposada con José, hijo de David”
(Mt 1, 18-24)

Permitamos que la Palabra de Dios entre a nuestra vida:

El evangelio de Mateo en este día nos cuenta como María concibe en su vientre a Jesús sin todavía vivir con José. Realidad que pone su relación en aprietos, y que lleva a san José a querer rechazar a María en secreto. Ante esta realidad, Dios rompe su silencio y envía a su mensajero para que ayude a José a comprender el gran misterio del cual, tanto él como María, serían partícipes: “José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados”. Las palabras del ángel ayudan a José a comprender la misión que Dios le preparaba y lo alienta a compartirla junto a María. De igual manera, en nuestra vida pueden suceder acontecimientos que nos desarman o cambian nuestros planes por completo. Pidamos al Señor, en este día que, ante ellos, no perdamos nunca la confianza y aprendamos a reconocer las mediaciones a través de las cuales Dios nos habla y nos acompaña en el camino.

Reflexionemos:

¿Qué enseñanza nos deja la acogida que José tiene con María para nuestra vida?

Oremos:

Señor, Jesús, no permitas que los grandes desafíos que la vida me presenta me impidan reconocer el rostro de Dios que me guía y acompaña. Que como san José aprenda siempre a confiar y a esperar la manifestación de la voluntad de Dios. Amén.

Recordemos:

Dios nunca se calla, ni nos abandona. Él nos habla y manifiesta su voluntad a través de las personas que pone en el camino y las experiencias que vivimos. Solo nos pide saber esperar y confiar.

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“Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo”
(Lc 1,26-38)

Permitamos que la Palabra de Dios entre a nuestra vida:

El misterio de la encarnación se da en Galilea, región sin importancia, despreciada y marginalizada. La Anunciación es un momento muy importante e inolvidable, es el momento en que Dios, en Jesús, se abaja a sí mismo, en lo humilde y entre los humildes. En Galilea, región no bien vista ni apreciada por los judíos observantes de la Ley, que la llamaban peyorativamente: “Galilea de los gentiles”, debido a la influencia de paganos en el territorio, por lo que eran más abiertos y observaban con menos rigidez la Ley, que los habitantes de Judea y de Jerusalén. Lucas, sitúa el anuncio del ángel a María en el tiempo de Herodes, seis meses después de la concepción de su prima Isabel. Nazaret no es un lugar importante, antes bien está en la periferia. Y así son las cosas de Dios, que se manifiesta en lo sencillo, en lo que aparentemente no es. María joven y ya comprometida con José, cada uno vive en su casa, pero guardándose fidelidad mutua. María espera, cree y confía en el anuncio del ángel: “¡Alégrate, el señor está contigo!”, y su respuesta está llena de fe y confianza plena en Dios: “He aquí la esclava del señor, hágase en mi según tu palabra”. Gracias al “sí” de María tenemos a Jesús entre nosotros.

Reflexionemos:

¿Estamos abiertos y llenos de fe para hacer la voluntad de Dios, a pesar de que vivamos tiempos difíciles, de mucho sufrimiento e incertidumbre?

Oremos:

Señor, Jesús, dame la gracia de abrir siempre mi corazón a la voluntad de Dios, así muchas veces aquello que me pide supere mis expectativas o me implique renuncia o sacrificio. Que como María aprenda siempre a ver más allá de mis posibilidades para dar paso a las de Dios. Amén.

Recordemos:

Para saber cuál es la voluntad de Dios, basta ver a Jesús, qué hizo, cómo actuaba. Me atrevo a decir, que la voluntad de Dios es Jesús, que siempre salió al encuentro del ser humano, lo acogió, lo amó, se compadeció y caminó “con y entre la gente”.

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