05 de octubre

Caminando con Jesús

Caminar con Jesús permitió a los discípulos experimentar, de primera mano, la compasión y la gracia de Dios en acción. Caminar con Jesús hoy, no debería ser diferente. Su compasión y su gracia siguen disponibles para quien quiera experimentarlas.

“¡Si tuvieran fe!”
(Lc 17, 5-10)

En el Evangelio de hoy, los apóstoles le hacen una petición a Jesús: “Auméntanos la fe”. A lo que Jesús responde: “Si tuvieran fe como un granito de mostaza, dirían a esa morera. Arráncate de raíz y plántate en el mar. Y les obedecería”. La morera o sicomoro es un árbol común en la región de tierra santa; se caracteriza por tener sus raíces profundas lo que hace que la comparación de Jesús de trasplantarlo al mar sea un poco exagerada y difícil de realizar. Pero ciertamente así es la fe: “Todo lo que pidan sin dudar, crean que ya lo han recibido, y se les dará”. Todos los días un acto de fe nos hace crecer espiritualmente y fortalece nuestra vida interior, es decir, nuestro camino espiritual. En la segunda lectura de la Carta de san Pablo a Timoteo que la liturgia de hoy nos ofrece, dice que Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza. Si creemos firmemente lo que nos dice el Señor cada día en su Palabra, aumentaremos nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad en las pequeñas y las grandes acciones de cada día. Este es realmente el desafío: creer y hacer todo lo que Jesús nos ha mandado. Pero, ¿cómo saber eso? Saquemos un espacio de nuestra jornada para escuchar la Palabra diaria y hagamos lo que sintamos que Jesús nos dice. Solo así, poco a poco, día a día, se santificará nuestra mente, y nuestros pensamientos, sin duda, florecerán y actuarán según la voluntad de Dios.

Reflexionemos:

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice en el numeral 26: “Antes de exponer la fe de la Iglesia tal cómo es confesada en el Credo, celebrada en la Liturgia, vivida en la práctica de los Mandamientos y en la Oración, nos preguntamos, ¿qué es creer? La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida.

Oremos:

Señor, lo que me acontecerá hoy, lo ignoro, pero sé que nada sucederá sin que tú lo hayas previsto y orientado para mi mayor bien: esto solo me basta. Te imploro me concedas la paciencia en medio de mis sufrimientos y la aceptación de tu voluntad sin reservas, admitiendo que todo cuanto tu dispongas, será para tu mayor gloria y mi santificación. Amén.

Actuemos:

Hoy me encuentro con una persona con la cual he tenido dificultades y le digo: Creo en ti y en tu camino de conversión.

Recordemos:

“Cuando hayan hecho, todo lo que se les ha mandado, digan: somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.

Profundicemos:

“La fe no es una cuestión de cantidad, sino de hacer, es decir, de un servicio humilde y constante a los demás, no por obligación o mérito, sino porque es el deber del discípulo de Jesús” (Papa Benedicto XVI).

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