Hoy el evangelio nos invita a contemplar la dignidad del matrimonio, un camino trazado por la voluntad de Dios. No es solo una decisión humana, sino una vocación sagrada, un llamado a vivir el amor en plenitud. Cuando un hombre y una mujer se unen en matrimonio, no solo comparten sus vidas, sino que sellan una alianza de fidelidad, un "sí" que resuena en el corazón de Dios como un tesoro precioso porque el amor debe ser custodiado, protegido y alimentado día a día. El Señor también nos habla del celibato por el Reino de Dios, una entrega total que transforma la vida en don, comunión y servicio. Tanto el matrimonio como la consagración son caminos de amor, lámparas encendidas que iluminan el mundo con la gracia divina. Hoy, el Señor con su Palabra nos interpela: ¿cómo estamos cuidando el tesoro que Él nos ha confiado? ¿Cómo respondemos a su llamado en nuestra vida? Que su amor sea nuestra guía, y que en cada decisión podamos decirle con confianza: "Sí, Señor, aquí estoy"
¿Cómo estoy viviendo mi vocación: de casado o casada; de soltero o soltera; de consagrado o consagrada? ¿Busco razones para vivirla a plenitud? ¿soy consciente de que el amor tiene una exigencia imprescindible que compromete totalmente a la persona que opta amar?
Amado Jesús, hoy te entrego mi corazón y mi vida. Reconozco que mi vocación es un tesoro precioso que me has confiado. Ayúdame a vivirla con fidelidad y amor, a cuidar cada relación importante que pones en mi camino, y a reflejar tu Palabra en todo lo que hago. Amén.
En cualquier relación o compromiso en nuestra vida cristiana, estamos llamados a la fidelidad y a la construcción de alianzas duraderas.
El evangelio nos habla de: donación, morir a nosotros mismos, de entrega, de indisolubilidad, de convicción de amar al otro para siempre.
Quien ama no causa dolor, sufrimiento, no falla, no miente, no hace daño al otro. El amor debe vencer toda dificultad.