Hoy, nos encontramos con un texto que nos permite contemplar a Jesús que brinda nuevas posibilidades de vida manifestada en la victoria frente al mal. Mateo, nos describe la realidad de dos hombres endemoniados que viven en el cementerio, en el lugar de los muertos, excluidos de la sociedad, estos hombres poseídos por malos espíritus daban miedo, seguramente eran hombres de personalidades violentas, de difícil trato; por eso al ver a Jesús les molesta su presencia: “¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?”. Al estar frente a Jesús, reconocen en él la fuerza transformadora de Dios y le piden ser liberados del mal. Y como lo hemos escuchado en el relato, Jesús permite que los espíritus inmundos salgan de los hombres, entren en los cerdos y estos perecen al tirarse en las profundidades de un acantilado. La gente al enterarse de lo acontecido siente temor y piden a Jesús salir de su territorio. Les falta fe y coraje para acoger la gracia divina; ya que muchas veces nos acostumbramos a vivir en el pecado o vemos con normalidad aquello que sabemos no responde al plan de salvación.
Sabemos que el pecado nos separa del Señor, y que hay muchas maneras de hacernos daño o lastimar a los demás. ¿En mi camino de fe, pido con insistencia al Espíritu Santo el don del discernimiento para obrar con libertad?
Señor Jesús, permíteme estar en tu presencia para abrir el corazón, entregarte mi dolor y reconocer que tú eres mi paz y mi salvación. Amén.
Abriré mi corazón acogiendo la misericordia y el perdón de Dios, actuando con responsabilidad frente a la libertad que me da el Señor.
Jesús les dijo: “Vayan”.
La Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado “a imagen de Dios”, con capacidad para conocer y amar a su Creador, y que por Dios ha sido constituido Señor de la entera creación visible para gobernarla y usarla glorificando a Dios. ¿Qué es el hombre para que tú te acuerdes de él? ¿O el hijo del hombre para que te cuides de él? Apenas lo has hecho inferior a los ángeles al coronarlo de gloria y esplendor. Tú lo pusiste sobre la obra de tus manos. Todo fue puesto por ti debajo de sus pies (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes Ps 8,5-7)