9 de Octubre

 “Solamente este extranjero volvió a dar gloria a Dios”

(Lucas 17, 11-19)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

En el camino de Jesús a Jerusalén, diez leprosos le salen al encuentro. Las palabras de petición son típicas del israelita humilde en medio de la fragilidad: “Ten compasión de nosotros”. Aunque gritan desde lejos, por la distancia que la ley ordenaba, esto no es impedimento para que Jesús pronuncie las palabras que abren la posibilidad de la curación.

El hecho de ordenar a los leprosos que vayan donde el sacerdote es una exigencia de la ley para comprobar que efectivamente están sanos y poder realizar los ritos de purificación que permitirá su reingreso a la comunidad. Efectivamente la curación se realiza, pero uno solo es quien agradece, el samaritano, y lo hace aviva voz, con gritos que nacen de alma. Regresar a dar gracias significa transcender el cumplimiento de la Ley para que tengan primacía las actitudes que brotan sinceramente del corazón, más concretamente la gratitud espiritual que reconoce que el   poderoso ha hecho obras grandes.

La Palabra de Cristo es portadora de nueva vida y de salvación. Como los leprosos del Evangelio, salgamos al encuentro de Cristo para que su palabra nos transforme, nos purifique y nos motive para que elevemos nuestra acción de gracias por sus maravillas.

 

Oremos: Gracias, Señor, por todo lo que haces por nosotros. Concédenos la capacidad de darte gracias, de reconocer tu acción en nuestra vida. Amén.

 

Recordemos: “Solamente este extranjero volvió a dar gloria a Dios”

 

Actuemos:  Hagamos una oración de agradecimiento y tengamos un gesto de amor solidario para con alguna persona necesitada.

 

Profundicemos:  ¿Somos agradecidos con Dios por todo lo que nos sucede? ¿Hacemos de la gratitud un signo firme de nuestra fe y forma de vivir?

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