
Hoy el evangelio nos revela a Jesús como el Maestro que nos enseña que el verdadero templo de Dios no es un edificio, sino su propia persona y, por ende, nuestro corazón, que está llamado a ser morada de su Espíritu. Al expulsar a los vendedores, denuncia todo lo que convierte nuestra relación con Dios en un simple negocio o apariencia. Este pasaje es una invitación a revisar nuestra vida interior y dejar que Él purifique aquello que nos aleja de su amor. Con su muerte y resurrección, Jesús nos abre el camino para ser templos vivos donde habita la gracia y la presencia del Padre. Jesús es el verdadero templo y nos llama a ser templos vivos de su amor.
¿Qué actitudes o apegos necesito que Jesús purifique en mi corazón? ¿Reconozco que mi vida es templo donde Dios quiere habitar y manifestar su amor?
Jesús Maestro, limpia mi corazón de todo lo que me aparta de ti. Hazme templo vivo de tu amor y tu paz. Que tu presencia me transforme y dé testimonio de tu luz. Señor, ayúdame a vivir con un corazón limpio y disponible para Ti. Haz que mi vida refleje tu presencia y tu amor en el mundo. Amén.


