
Nos encontramos ante el Dios de Jesús, que es Padre, y que, como tal, no juzga, no condena, no castiga, sino que ama incondicionalmente, al ser humano; que sale a su encuentro, que lo busca, porque para Él, no es indiferente cuando este ha perdido el camino, se ha desorientado, se siente solo, abandonado y camina sin rumbo. Dios Padre no es indiferente, conoce y ama a sus creaturas y por ello, no los abandona. Y como se nos dice en el Evangelio de este día, en este bello tiempo de Adviento que estamos viviendo: el viene a buscarnos, a ti, a mí, a nosotros. En Adviento, los cristianos recordamos la venida del Señor. Es Dios que viene a buscarnos. Dejémonos encontrar por él. Nosotros a ejemplo de Jesús, debemos salir al encuentro de las personas que, por diversas situaciones, han perdido el sentido de la vida, ante Dios no hay acepción de personas. Nadie mejor que Dios a través de Jesús para salir a nuestro encuentro, por buscarnos y ayudarnos a salir adelante.
Dios no deja de lado a los más vulnerables, sino que sale a su encuentro. ¿Tenemos la humildad de abrir nuestro corazón a Dios y dejarle entrar en nuestra vida?
Señor, Jesús, gracias porque nunca desistes de mí pese a mi fragilidad y a mi pecado. Gracias porque tu amor y tu misericordia me impulsa a ser una persona nueva y a no tener reparo de poner también de mi parte, para cooperar contigo en la construcción de tu Reino, empezando por mi propio corazón. Amén.
Con humildad, y total confianza en Dios, dejémonos encontrar por Él, y a la vez con su ayuda, salgamos al encuentro de los que han perdido el sentido de la vida. Con nuestras actitudes de acogida, cercanía y ejemplo de vida podemos ayudar a otros a volver a Dios.


