8 de septiembre

Escucha La Palabra de Dios para cada día

 Primera Lectura

Lectura del libro de Isaías 35, 4-7a

Digan a los inquietos: “Sean fuertes, no teman. ¡He aquí su Dios! Llega el desquite, la retribución de Dios. Viene en persona y los salvará. Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán; entonces saltará el cojo como un ciervo y cantará la lengua del mudo, porque han brotado aguas en el desierto y corrientes en la estepa. El páramo se convertirá en estanque, el suelo sediento en manantial”.

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 145, 6c-10

R. Alaba, alma mía, al Señor.

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos / R.
El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos. El Señor guarda a los peregrinos / R.
Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad / R.

Segunda Lectura

Lectura de la Carta del apóstol Santiago 2, 1-5

Hermanos míos, no mezclen la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con la acepción de personas. Supongan que en su asamblea entra un hombre con sortija de oro y traje lujoso, y entra también un pobre con traje mugriento; si ustedes atienden al que lleva el traje de lujo y le dicen: “Tú siéntate aquí cómodamente”, y al pobre le dicen: “Tú quédate ahí de pie” o “siéntate en el suelo, a mis pies”, ¿no están haciendo discriminaciones entre ustedes y convirtiéndose en jueces de criterios inicuos? Escuchen, mis queridos hermanos: ¿acaso no eligió Dios a los pobres según el mundo como ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que lo aman?

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

Aclamación antes del Evangelio (Cf. Mt 4, 23)

Jesús proclamaba el Evangelio del reino, y curaba toda dolencia del pueblo.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 7, 31-37

Hace oír a los sordos y hablar a los mudos

Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: “Effetá” (esto es, “ábrete”). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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