08 de octubre

Caminando con Jesús

Caminar con Jesús permitió a los discípulos experimentar, de primera mano, la compasión y la gracia de Dios en acción. Caminar con Jesús hoy, no debería ser diferente. Su compasión y su gracia siguen disponibles para quien quiera experimentarlas.

“Señor, enséñanos a orar”
(Lc 11,1-4)

A diferencia de otros momentos, el evangelio de hoy nos presenta a Jesús que estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, ensénanos a orar”. Nos detenemos en la expresión: “Así como Juan enseñó a sus discípulos”. Y, ¿cómo enseñó Juan a orar? Predicaba y bautizaba a las multitudes en el rio Jordán. Pero Jesús responde: “Cuando oren, digan”, aquí también hay un elemento clave en la oración. Él nos invita a la acción con verbos tan elocuentes al respecto como: decir, hablar, pronunciar. La importancia de la oración vocal en el camino de fe nos permite entablar un diálogo con Dios utilizando nuestra voz y nuestro cuerpo. Hoy, Jesús nos invita a orar así: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que delante nos debe y no nos dejes caer en tentación”. En esta doble súplica: “no nos abandones” y “líbranos”, surge una característica especial de la oración cristiana: Jesus enseña a sus amigos a poner la invocación del Padre delante de todo, incluso, en los momentos donde el maligno hace sentir su presencia amenazante. La oración cristiana es una oración filial: el orante no es ciego y observa claramente el mal, por eso, se aferra a una oración confiada.

Reflexionemos:

La oración del “Padrenuestro” está dirigida también para todos aquellos que se sienten tristes y agobiados por las dificultades de la vida. Nos dice Jesús en el Evangelio de Mateo: “Vengan a mí todos los que están agobiados y fatigados, que yo los aliviaré” (Mt 11, 28). El Papa Francisco, reflexionando sobre la oración del Padrenuestro, dice: “Esta oración se dirige a nuestras relaciones interpersonales, a menudo contaminadas por el egoísmo: pedimos perdón y nos comprometemos a darlo. En los momentos más angustiosos, Dios desciende a encontrarnos en nuestros abismos y en los sufrimientos que salpican la historia”. Aleja, entonces, Padre, el tiempo de la prueba y la tentación.

Oremos:

Señor, Padre Nuestro, no nos dejes caer en la tentación de creer que somos más que los demás. Aparta de nosotros la tentación de la indiferencia frente al dolor de los demás, la tentación del poder, del placer y del tener que oprime a los que están a nuestro alrededor, y líbranos de todo mal. Amén.

Actuemos:

¿Qué parte de la oración del Padrenuestro colocaré en práctica hoy?

Recordemos:

De la Palabra de Jesús hoy: “No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”.

Profundicemos:

“¡Qué misterio tan tierno y poderoso es poder llamar a Dios: “Abbá, Papá”! El Hijo de Dios nos enseñó esta oración no como una fórmula lejana, sino como el acceso confiado al pecho del Padre. Por ella, descubrimos no solo quién es Dios, sino también quiénes somos nosotros: hijos, y no simplemente criaturas” (Papa León XIV).

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