8 de noviembre 2024

“Los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz”

(Lc 16,1-8)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Dar cuentas de lo que se nos ha encomendado, no siempre es agradable. Pero nuestra vida, aunque la denominemos nuestra, no nos pertenece, es de Dios y de nadie más. Darle cuenta de cómo hemos empleado el tiempo, los dones que nos ha encargado, la salud, nuestras energías, nuestra creatividad, nuestras fuerzas físicas…Las hemos hecho fructificar, las hemos puesto al servicio de los demás, de nuestra familia, de nuestro trabajo, ¿en nuestras comunidades?

Jesús no se detiene en las limitaciones del administrador astuto, sino en habilidad e inteligencia para asegurarse de manera anticipada, su porvenir. Supo descubrir que los amigos valen más que el dinero. Los hijos de la luz buscan ser con su testimonio de vida servidores de Dios y de la verdad. Los hijos de este mundo se vuelcan a sus negocios.

 

Preguntémonos: El cristiano es hijo de la luz, pero no siempre se comporta como tal. ¿tenemos la humildad de dar cuentas con responsabilidad de lo que se nos ha encomendado?

 

Oremos: Señor Jesús, enséñame a administrar con sabiduría, prudencia y fidelidad mi vida. A reconocerla como el mayor regalo que Dios me ha confiado, y que como tal, estoy llamado a emplearla para el bien de quienes me rodean. Amén.

 

Reflexionemos: nuestra vida, más que nuestra, es de Dios y nos ha dado para que la vivamos a plenitud haciéndola fructificar a través de nuestras obras.

 

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