08 de agosto

Caminando con Jesús

Caminar con Jesús permitió a los discípulos experimentar, de primera mano, la compasión y la gracia de Dios en acción. Caminar con Jesús hoy, no debería ser diferente. Su compasión y su gracia siguen disponibles para quien quiera experimentarlas.

“¿Qué podrá dar un hombre para recobrar su alma?”
(Mt 16, 24-28)

En el Evangelio de hoy, san Mateo presenta una clara invitación que Jesús hace a sus discípulos. Esa invitación es un llamado radical al discipulado, pero Jesús establece tres condiciones para seguirlo: Renunciar a sí mismo, tomar la cruz y seguirlo radicalmente. La primera condición, renunciar a sí mismo, implica dejar de lado el egoísmo y los deseos personales para dar prioridad a la voluntad de Dios. Es un acto de humildad y entrega total, reconociendo que nuestra vida no nos pertenece, sino que debe estar al servicio del reino de Dios. La segunda condición, tomar la cruz, nos recuerda que el camino de Cristo no está exento de sufrimiento. La cruz simboliza las pruebas, los sacrificios y las dificultades que enfrentamos por amor a Dios y al prójimo. No se trata de buscar el dolor, sino de aceptarlo con fe y esperanza, sabiendo que en la entrega y donación encontramos la verdadera vida. Por último, seguir a Jesús, significa caminar tras sus pasos, imitando su amor, su misericordia y su justicia. No basta con admirarlo desde lejos; al contrario, debemos comprometernos activamente con su misión, viviendo según sus enseñanzas y confiando en su promesa de Vida Eterna. Así, el discipulado no es solo una decisión momentánea, sino un compromiso diario de amor y fidelidad hacia Cristo.

Reflexionemos:

¿Estoy dispuesto a seguir a Jesús aceptando con amor mi propia cruz?

Oremos:

Señor Jesús, hoy renuncio a mí mismo, dejando atrás mis propios deseos y planes. Ayúdame a tomar mi propia cruz con humildad, aceptando las pruebas del camino. Deseo seguirte siempre con un corazón disponible y dispuesto, para anunciar tu reino y servirte con alegría. Amén.

Actuemos:

Hoy en actitud de docilidad a la Palabra, me dejo transformar interiormente por ella para distinguir la voluntad de Dios.

Recordemos:

Como a los discípulos, también a nosotros Jesús nos dirige la siguiente invitación: “El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mt 16, 24).

Profundicemos:

“Jesucristo tiene ahora muchos amadores de su reino celestial, mas muy pocos que lleven su cruz. Tiene muchos que desean la consolación, y muy pocos que quieran la tribulación. Encuentra muchos compañeros para la mesa, y pocos para la abstinencia…” (Tomás de Kempis. La imitación de Cristo. Libro II, caps. 11-12).

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