07 de agosto

Caminando con Jesús

Caminar con Jesús permitió a los discípulos experimentar, de primera mano, la compasión y la gracia de Dios en acción. Caminar con Jesús hoy, no debería ser diferente. Su compasión y su gracia siguen disponibles para quien quiera experimentarlas.

“Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos”
(Mt 16, 13-23)

El evangelista san Mateo en este pasaje que meditamos hoy, nos conduce a tres momentos profundamente significativos en la vida de Jesús y de sus discípulos. El primer momento, es el reconocimiento de la identidad de Jesús. El Maestro, con mirada amorosa pero desafiante, interroga a sus discípulos, diciéndoles: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Reciben respuestas variadas con ecos de voces confundidas en medio de la multitud. Pero es Pedro, impulsado por la revelación del Padre, quien proclama con valentía: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios Vivo.” Esta confesión es más que una declaración: es un cimiento firme sobre el cual se edifica nuestra fe. El segundo momento que se destaca en el texto de hoy, es la proclamación de Pedro como piedra fundacional de la Iglesia. Jesús, en respuesta a su confesión, le dice al apóstol: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Aquí nace la comunidad cristiana, es decir, una Iglesia viva. Y con ello, nosotros, bautizados en la fe, estamos llamados a ser piedras vivas, o sea, a construir la Iglesia con gestos de amor y con palabras que consuelen, manos que sirvan y corazones que compartan. En un tercer momento, emerge con fuerza el llamado a ejercer el discipulado verdadero. Jesús comienza a hablar del sufrimiento, del rechazo, de la cruz. No es un camino cómodo, pero es el que conduce a la vida plena. Ser discípulo implica una entrega total, una disponibilidad sin reservas, un compromiso inquebrantable. Nuestra respuesta a ese llamado se manifiesta en el deseo sincero de servir, de amar sin medida y de donar nuestra vida –como Jesús– por amor.

Reflexionemos:

¿Estoy viendo las situaciones difíciles con los ojos de Dios o con los límites de mi propia mirada? ¿Quién es Jesús en mi vida cotidiana?

Oremos:

Señor Jesús, hoy me detengo ante tu pregunta: “¿Quién dices que soy yo?”. Ilumíname para que, como Pedro, yo también proclame con firmeza: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”. Fortalece mi fe para que esta confesión no solo esté en mis labios, sino que se refleje en acto de mi vida. Amén.

Actuemos:

Hoy vivo mi fe en actitud de servicio, humildad y justicia, reflejando la misericordia y el amor de Dios.

Recordemos:

“… La fe nos llama a ser Pueblo de Dios, a ser Iglesia, portadores del amor y de la comunión de Dios para todo el género humano…” (Papa Benedicto XVI).

Profundicemos:

“Luego les preguntó: ‘Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?’”.

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