En el Evangelio de hoy, encontramos a un maestro de la ley que le hace una pregunta a Jesús para ponerlo a prueba. ¿Pero, quién es un maestro de la ley en tiempos de Jesús? Es una persona experta en el conocimiento de las escrituras judías, especialmente en la ley de Moisés. Llama la atención la expresión para ponerlo a prueba. La pregunta que le hacen a Jesús gira en torno al mandamiento mayor o primero conforme a la mentalidad judía, pero el Señor ilustra su respuesta con una pregunta y una parábola. En nuestro tiempo, encontramos personas a nuestro alrededor que muchas veces colocan una zancadilla o trampa para hacer caer a otra persona; no solo se hacen preguntas con doble sentido, sino que a veces las actitudes hablan de indiferencia, envidia o exclusión. Ante esta realidad que también le tocó vivir a Jesús, centrémonos en su respuesta y en cómo esa respuesta hoy ilumina nuestro presente: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y con toda tu fuerza y con toda tu mente y a tu prójimo como a tí mismo”. Al maestro de la ley le llamó la atención la palabra “prójimo” en la respuesta que ofrece el Señor; luego, le pregunta a Jesús: “¿Quién es mi prójimo?”, a la cual, Jesús le responde contándole una historia que, a la final, determinará recordándole a él y a cada uno de nosotros, que “prójimo” es toda aquella persona que encontramos en el camino de la vida y le ofrecemos con sincero corazón, amor, esperanza, ayuda y calidad de servicio.
San Juan Crisóstomo, doctor y padre de la Iglesia, frente a la justicia, se esforzará por hacerle entender a sus interlocutores la necesidad de buscar un equilibrio entre justicia y caridad, admitiendo que la justicia es la esencia de los mandamientos; y, de otra parte, nos recuerda que los mandamientos se condensan en uno solo: el gran mandamiento del amor. Comentando el salmo 142, el santo doctor de la Iglesia anota que la justicia divina se hace acompañar de la misericordia. La justicia, sin misericordia, no es verdadera justicia, sino crueldad, así como la misericordia, sin justicia, se convierte en estupidez.
Señor Jesús, Divino Maestro, te doy gracias por la lección de amor y misericordia que me diste a través de la parábola del buen samaritano. Ayúdame a ver a los demás no como a unos extraños, sino como a mis hermanos. Amén.
¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?’. Él dijo: ‘El que practicó la misericordia con él’. Jesús le dijo: ‘Anda y haz tú lo mismo’”. ¿Practico la misericordia con mis hermanos de camino?
“El maestro de la ley queriendo justificarse dijo a Jesús: ‘Y, ¿quién es mi prójimo?’”.
“¿Cuándo seremos capaces nosotros también de interrumpir nuestro viaje y tener compasión? Cuando hayamos comprendido que ese hombre herido en el camino nos representa a cada uno de nosotros. Y entonces, el recuerdo de todas las veces que Jesús se detuvo para cuidar de nosotros nos hará más capaces de compasión” (Papa León XIV).