“Lo que Dios ha unido no lo separe e hombre”
(Mc 10, 2-16)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Ante las preguntas maliciosas de los fariseos, Jesús reacciona con sabiduría y autoridad. Para responder a la cuestión sobre si es “lícito al hombre repudiar a su mujer”. Jesús contrapone la Ley de Moisés con el proyecto original de Dios. Acoger la soberanía de Dios sobre todo lo creado es entender nuestra vida, no desde las normas humanas, ni desde las convenciones sociales, sino desde la Ley de Dios. Esta Ley no es arbitraria ni caprichosa está fundada en su amor creador. Solo desde este amor se puede vivir la exigencia del Reino. Jesús instruye a los discípulos con el decálogo básico de Israel, expresión de la Alianza entre Dios y su pueblo. Jesús dice “al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer”. Ten los mismos sentimientos de Cristo. Valora, reconoce, respeta la obra creadora de Dios, tanto al hombre como a la mujer. En este diálogo con Dios, el hombre comprende lo mucho que nos falta para llegar a ser como niños, para vivir completamente entregados en su amor. Su fidelidad y su ternura son bendición para nuestra vida y modelo de nuestras relaciones.
Preguntémonos: ¿Qué debo mejorar y cambiar para crecer en mis virtudes y contribuir al crecimiento de mi familia y de mi comunidad?
Oremos: Señor, es muy sencillo acomodar tu Palabra a mis intereses, por eso líbrame de esta tentación. Concédeme tu gracia para saber transmitir y defender la verdadera enseñanza sobre el matrimonio y la familia. Amén.
Actuemos: El Señor te invita a ser “luz” en tu casa, para iluminar tantas situaciones que necesitan de tu presencia. Intenta vivir siempre la enseñanza de Jesús en tu vida, ya sea en el noviazgo, en el matrimonio o en la familia.
Recordemos: ¿Qué te dicen las palabras de Jesús: “Dejen que los niños se acerquen a mí, no se lo impidan, pues de los que son como ellos es el Reino de Dios”?
Profundicemos: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”.
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