“Pidan y se les dará”
(Lucas 11, 5-13)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
El Evangelio de hoy nos presenta dos imágenes: el amigo insistente y el padre bueno con sus hijos. Podemos caer en la tentación de creer que la oración tiene poderes mágicos y que podemos pedirle a Dios lo que se nos ocurre. Lucas es enfático en esto; lo que se recibe en la oración de petición es el don del “Espíritu Santo”. El Espíritu nos enseña la pedagogía exacta para aprender a orar y a pedir. La oración ha de hacernos más conscientes del papel que juega Dios en nuestra vida y de lo que nosotros estamos llamados a realizar.
Si pedimos al Padre que nos dé el Espíritu Santo, este mismo Espíritu nos dará y nos enseñará a orar al mismo tiempo que irá orientando nuestros pasos y nuestras acciones. Nos conviene revisar nuestra oración de petición. Porque eso es, en definitiva, revisar nuestra fe, nuestra confianza y lo que representa Jesús en nuestra vida. Y, en última instancia, lo que para nosotros representa Dios.
Reflexionemos: Hago el esfuerzo de salir de mi mismo, para que mis oraciones no se limiten solamente a la petición?
Oremos: Señor nos reconocemos débiles, frágiles; no sabemos pedir como conviene. Perdónanos porque a veces se nos olvida pedir el Espíritu Santo por estar pidiendo cosas cuando la única necesaria es tu Santo Espíritu.
Recordemos: Pedir con insistencia y constantemente el Espíritu Santo a Dios.
Actuemos: ¡Cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden! Repitamos esta frase hasta interiorizarla, hacerla nuestra.
Profundicemos: ¿Espero con paciencia a que el Señor abra la puerta de mi corazón? Porque «Somos débiles, pero el Espíritu viene en nuestra ayuda.