
La Palabra de hoy nos revela el corazón misericordioso de Dios, que nunca se resigna a perder a ninguno de sus hijos. Jesús nos muestra que para el Padre cada persona es única e irreemplazable; por eso busca, espera y se alegra cuando alguien vuelve a Él. No importa cuán lejos nos hayamos alejado: siempre hay fiesta en el cielo por cada corazón que se convierte. Este Evangelio nos invita a experimentar y a reflejar esa misma misericordia, acercándonos a quienes están heridos o perdidos, para recordarles que tienen un lugar en el corazón de Dios. Dios nunca deja de buscarnos y celebra con gozo nuestro regreso a su amor.
¿Siento que Dios me busca y me carga sobre sus hombros cuando me pierdo? ¿Cómo puedo ser instrumento de su misericordia para quienes se sienten lejos de Él?
Señor Jesús, gracias por buscarme y amarme incluso cuando me alejo. Enséñame a acoger con alegría a quienes regresan a ti. Haz que mi vida sea signo de tu misericordia para los demás. Señor, ayúdame a vivir con un corazón compasivo y acogedor. Haz que sea instrumento de tu amor que busca, perdona y abraza. Amén.


