“Triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena”
(Juan 19, 25-34)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Ayer hemos terminado el Tiempo de Pascua con la celebración de la Solemnidad de Pentecostés. A partir de hoy retomamos el tiempo durante el año en su décima semana.
En este día corresponde celebrar la Memoria de Santa María virgen Madre de la Iglesia, estamos ante un texto donde contemplamos la imagen de María y el apóstol Juan ante la crucifixión de Jesús.
El Evangelio de San Juan no menciona el nombre de la Virgen María, como en los otros Evangelios, aparece solamente dos veces, en Caná, al inicio de su vida pública y al pie de la Cruz. La mujer que presenta San Juan es la mujer del Génesis, la que dio vida a la humanidad, es la mujer del Evangelio, Jesucristo en la Cruz la da como madre de la Iglesia naciente. Al pie de la Cruz, en la Virgen, por Jesucristo, se encarna la Iglesia. Quien la dará a luz en el día de Pentecostés. Por lo mismo la Santa Iglesia celebra su memoria, el lunes después de Pentecostés.
María, Madre de la Iglesia, es un pilar importante en el cuerpo místico de Cristo. Ella que concibió en su vientre al Hijo amado del Padre, recibe también en su corazón a la Iglesia, que es Cuerpo de Cristo. El discípulo amado, es la encarnación del discípulo por excelencia, es el modelo de discípulo que debemos tener. Por eso es que nosotros, como discípulos amados de Jesucristo, también debemos recibir a María como nuestra Madre.
Concluye el relato con la muerte del Señor y el cumplimiento de la Escritura que señala la derrota del enemigo.
Oremos: Señor Jesús, dame la gracia de acogen a tu madre María como mi madre, aprender de su disponibilidad, su fe, su entrega radical por el proyecto del reino y su perseverancia a pesar de todas las circunstancias, para que pueda identificarme cada día más con tu Evangelio y así poder corresponder a la confianza que has depositado en mí. Amén.
Recordemos: ¿Reconozco a María como madre y maestra que me enseña a vivir conforme a la voluntad de Dios?
Actuemos: Lo que has descubierto y meditado con la Palabra, llévalo ahora a tu vida. ¿Cómo es mi relación con María? ¿Siento que es mi Madre? ¿Cultivo mi devoción personal a la Madre de Dios?
Profundicemos: Busquemos el rostro de Jesús en la Cruz y busquemos el rostro de María al pie de la Cruz y repitamos: “Mujer este es tu hijo”. Luego al discípulo: “Esta es tu madre”. Y desde aquel momento el discípulo la recibió como su propia madre.
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