6 de Enero

«¿Dónde está el Rey … que acaba de nacer?

Vimos su estrella y venimos a rendirle homenaje».

(Mateo 2, 1-12)

Celebramos hoy con profunda gratitud la manifestación de Dios a todos los pueblos de la tierra: los protagonistas son tres sabios de oriente que con el corazón abierto supieron descubrir el brillo de una pequeña estrella y la siguieron dócilmente aunque les implicara sacrificios; y así tuvieron la dicha de encontrar al Mesías, adorarlo y ofrecerle  sus dones: Ellos encontraron en El el  sentido definitivo de su vida.

Dios siempre está dando oportunidad a todos de salvación y felicidad verdadera; tu y  yo las encontramos cada día a nuestro paso, pero necesitamos tener un corazón disponible y abierto para Dios como los sabios del Oriente; no sea que nos suceda como al rey Herodes que en lugar de acoger la  salvación se trasformó en un monstro de crueldad; o como a los doctores de la ley que teniendo el  privilegio de conocer la revelación, cerraron su corazón a Dios.

 

Reflexionemos:

¿Se acoger los signos de la presencia y del amor de Dios en mi vida?¿Qué experiencias de encuentro con Dios han dado sentido pleno a mi existencia vida? ¡Quiero caminar contigo Señor!

 

Oremos:

Gracias Padre porque quieres que todos tus hijos seamos salvos y para ello envías a tu Hijo y los revelas a todos los pueblos. Ayúdanos a acogerlo como nuestro Dios y salvador. ¡Amén!  

 

Recordemos:

Y la estrella que ellos habían visto aparecer, los fue guiando, hasta que al llegar en el sitio donde estaba el niño, se detuvo.  Al ver la estrella, se pusieron muy felices. Y entrando  en la casa, vieron al niño con María, su madre, cayeron de rodillas y le rindieron homenaje.

 

Actuemos:

Estaré atento a los signos de  la presencia del Señor a lo largo de esta jornada

 

Profundicemos:

Los Reyes Magos ofrecieron a Jesús: ORO, que era propio de los reyes, así  reconocían a Jesús como el rey de Reyes. INCIENSO, una aroma que antiguamente se ofrecía sólo a la divinidad; con ello confesaban que Jesús es Dios. La MIRRA, una sustancia con la cual se ungía el cuerpo de las personas que morían; con ello manifestaban que Jesús siendo Dios también es hombre y había de morir para salvarnos.

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