“Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados.»”.
(Lucas 5, 20)
Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida
Hoy encontramos dos tipos de personas entorno a Jesús: los fariseos y maestros de la ley que lo asechan controlando todo lo que hace, y un grupo de gente sencilla que cree en Él de todo corazón y hace hasta lo imposible para poner en su presencia una persona paralitica, seguros que Jesús la sanará.
El Señor admirado por esta fe tan grande comenzó perdonando al paralítico todos sus pecados y luego lo sanó de su enfermedad. ¡Qué hermoso ver cómo la fe de los sencillos permite a Jesús revelarse como el Salvador; El, vino a liberarnos del pecado que es causa de todos nuestros males. Y justo lo que los maestros de la ley le criticaban, era el secreto del Misterio que se escondía en Él: Jesús es el Hijo de Dios, el Salvador de todos. Mientras los que se sienten justos se niegan a aceptarlo, los humildes lo acogen y experimentan el gozo de ser salvados por Él.
Es bueno que cada uno de nosotros nos preguntemos con sinceridad en cuál de estos dos grupos estoy yo? Estoy con quienes creen de corazón en Jesús o con quienes lo rechazan y combaten? O tal vez, estoy entre aquellos para quienes la Persona divina del Señor les es indiferente? Solo en Jesús hay salvación y felicidad verdadera.
Reflexionemos:
Preguntémonos: ¿Reconozco y acepto a Jesús como mi Señor y Salvador? ¿He experimentado la salvación que Jesús da a quien confía en Él? Que hago para que otros puedan gocen de la salvación que Jesús da gratuitamente? ¡Señor aumenta mi fe y ayúdanos a compartirla con todos!.
Oremos:
Gracias Jesús, Tu eres nuestro Señor y Salvador! Danos la certeza que solo tú puedes liberarnos del pecado; y ayúdanos abrir el corazón a tu misericordia
Recordemos:
¿Qué es más fácil: decir ‘Tus pecados quedan perdonados’, o decir ‘Levántate y camina?’. Pues ahora verán cómo tiene poder el Hijo del hombre para perdonar pecados en la tierra”. Y le dijo al paralítico: “Yo te lo ordeno: levántate, échate al hombro la camilla y vete a tu casa”.
Actuemos:
Me acerco al sacramento de la reconciliación para recibir la salvación que Jesús gratuitamente me regala.
Profundicemos:
“Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad” 1 Juan 1,9
Libro: “El perdón sana y libera” Luciano de Almaral