En el Evangelio de hoy, los apóstoles le hacen una petición a Jesús: “Auméntanos la fe”. A lo que Jesús responde: “Si tuvieran fe como un granito de mostaza, dirían a esa morera. Arráncate de raíz y plántate en el mar. Y les obedecería”. La morera o sicomoro es un árbol común en la región de tierra santa; se caracteriza por tener sus raíces profundas lo que hace que la comparación de Jesús de trasplantarlo al mar sea un poco exagerada y difícil de realizar. Pero ciertamente así es la fe: “Todo lo que pidan sin dudar, crean que ya lo han recibido, y se les dará”. Todos los días un acto de fe nos hace crecer espiritualmente y fortalece nuestra vida interior, es decir, nuestro camino espiritual. En la segunda lectura de la Carta de san Pablo a Timoteo que la liturgia de hoy nos ofrece, dice que Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza. Si creemos firmemente lo que nos dice el Señor cada día en su Palabra, aumentaremos nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad en las pequeñas y las grandes acciones de cada día. Este es realmente el desafío: creer y hacer todo lo que Jesús nos ha mandado. Pero, ¿cómo saber eso? Saquemos un espacio de nuestra jornada para escuchar la Palabra diaria y hagamos lo que sintamos que Jesús nos dice. Solo así, poco a poco, día a día, se santificará nuestra mente, y nuestros pensamientos, sin duda, florecerán y actuarán según la voluntad de Dios.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice en el numeral 26: “Antes de exponer la fe de la Iglesia tal cómo es confesada en el Credo, celebrada en la Liturgia, vivida en la práctica de los Mandamientos y en la Oración, nos preguntamos, ¿qué es creer? La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida.
Señor, lo que me acontecerá hoy, lo ignoro, pero sé que nada sucederá sin que tú lo hayas previsto y orientado para mi mayor bien: esto solo me basta. Te imploro me concedas la paciencia en medio de mis sufrimientos y la aceptación de tu voluntad sin reservas, admitiendo que todo cuanto tu dispongas, será para tu mayor gloria y mi santificación. Amén.
Hoy me encuentro con una persona con la cual he tenido dificultades y le digo: Creo en ti y en tu camino de conversión.
“Cuando hayan hecho, todo lo que se les ha mandado, digan: somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”.
“La fe no es una cuestión de cantidad, sino de hacer, es decir, de un servicio humilde y constante a los demás, no por obligación o mérito, sino porque es el deber del discípulo de Jesús” (Papa Benedicto XVI).