
Hermanos: A nadie le deban nada, más que el amor mutuo; porque el que ama ha cumplido el resto de la ley. De hecho, el “no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás” y cualquiera de los otros mandamientos, se resume en esto: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El amor no hace mal a su prójimo; por eso la plenitud de la ley es el amor.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
R. Dichoso el que se apiada y presta.
Dichoso quien teme al Señor y ama de corazón sus mandatos. Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita / R.
En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo. Dichoso el que se apiada y presta, y administra rectamente sus asuntos / R.
Reparte limosna a los pobres; su caridad dura por siempre y alzará la frente con dignidad / R.
Si los ultrajan por el nombre de Cristo, bienaventurados ustedes, porque el Espíritu de Dios reposa sobre ustedes.
“Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; Él se volvió y les dijo: “Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: ‘Este hombre empezó a construir y no pudo acabar’. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Así pues, todo aquel de entre ustedes que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”.
S: Palabra de Dios
T: Gloria a ti, Señor Jesús

