“Este es mi mandamiento: ámense los unos a los otros”
(Jn 5, 9-17)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Jesús tiene palabras impresionantes, palabras de oro, reconfortantes para los suyos: primero insiste en que debemos permanecer en él y para ello ya no nos llama siervos, sino amigos. “Nadie los ha amado como yo, porque quien más ama es quien da la vida por sus amigos, y eso es lo que yo he hecho”. Además, no son ustedes quienes me eligieron, sino que yo mismo los elegí. Y por último, son mis amigos porque no tengo secretos para ustedes: les he revelado el rostro de mi Padre, porque todo lo que aprendí de mi Padre se los he dado a conocer. Como consecuencia, el camino que tienen para seguirme no es otro que el amor, pero un amor como el que yo les he mostrado, un amor que da frutos, un amor que es diálogo, encuentro, cercanía, un amor que es honesto, auténtico, sincero, solidario, incluyente, un amor que da la vida por el otro.
Reflexionemos: Uno de los regalos más grandes que podemos tener es el de la amistad, un amigo es un tesoro. Jesús es nuestro mejor tesoro, de él y solo de él aprendemos el verdadero arte de la amistad.
Oremos: Señor Jesús, con la gracia de tu espíritu infunde en nuestros corazones el mismo amor con el que tú nos amas. Amén.
Actuemos: Hoy haré un examen de conciencia sobre la calidad de mi amor a los demás, ¿es como el de mi amigo Jesús? Hoy tendré un gesto concreto de amor con alguien que sé lo necesita.
Recordemos: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando: que se amen unos a otros”.
Profundicemos: Nosotros ya no somos siervos, sino amigos del Hijo que nos ha dado a conocer al Padre y que nos revela que solo a través del amor podemos permanecer en él.
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