“Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado” (Mc 6, 16)
En el evangelio de este día podemos contemplar el trágico fin de la vida de Juan el Bautista y lo que su muerte suscitó en la vida del rey Herodes. Juan luego de haber sido encarcelado por oponerse a la relación ilícita entre Herodes y la mujer de su hermano Filipo, fue decapitado gracias a las intrigas de Herodías y a la falta de carácter de Herodes para defenderlo. Al aparecer en escena Jesús y extenderse su fama gracias a su predicación, Herodes se sorprende y entra en una gran confusión que lo lleva a pensar que Jesús es la resurrección de Juan el Bautista. Su conciencia no lo deja tranquilo por no evitar la muerte de Juan pese a sentir respeto y admiración por él. Como Herodes muchas veces nosotros actuamos movidos por la presión social, por las apariencias o por intereses personales y dejamos de lado los valores que nos sostienen. Pidamos al Señor en este día, que nos ayude a ser personas sinceras y leales a los valores recibidos en casa desde pequeños, especialmente aquellos que se inspiran en las enseñanzas del Evangelio.
Reflexionemos:
¿Actuamos de manera congruente con aquello que creemos?, ¿nos dejamos llevar por las presiones sociales o las apariencias?
Oremos:
Danos, Señor, la capacidad de actuar de manera congruente con aquello que somos, creemos y pensamos. A no dejarnos presionar por las apariencias o por la necesidad de ganar aceptación entre los demás. Amén.
Recordemos:
Dios nos invita a vivir de manera congruente con las enseñanzas del evangelio.
Actuemos:
Pidamos perdón en este día al Señor, por las veces en que nos hemos dejado llevar por las apariencias o por la necesidad de quedar bien ante los demás.
Profundicemos:
Ser personas auténticas implica ante todo ser personas sinceras y leales consigo mismas y los demás. Igualmente, trabajar aquellas realidades personales que necesitan ser transformadas para llevar una vida coherente (Libro: Personalidades tóxicas. Conócete, identifícate y transfórmate).