“Jesús, lleno de alegría en el Espíritu Santo”
(Lc 10, 21-24)
La oración narrada por el evangelista Lucas, a diferencia de la tradición sinóptica del Evangelio de Mateo, coloca en evidencia el sentimiento de alegría de Jesús “en el Espíritu Santo” antes de iniciar el diálogo orante con su Padre. Solo el Espíritu puede suscitar en la persona el deseo de orar al Padre, solo el Espíritu puede disponernos en la alegría a la gratuidad y el reconocimiento del don recibido. Gracias al don del Espíritu, Jesús alaba al Padre por el don creador, por la sabiduría que ha comunicado a los pequeños y reconoce el don del Padre que a Él lo define como Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera comunicar, es decir, aquel que reconociéndole quiere participar en la comunión del misterio trinitario del amor; en el Hijo el Padre es amado, este amor es gracia y don en quien vive conforme el Hijo, quien le sigue. Luego de orar al Padre, Jesús se dirige con una bienaventuranza a sus discípulos diciéndoles: “Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven”, y precisamente “ver” es la gracia propia del misterio de la Encarnación que vamos a celebrar, porque los discípulos vieron a su Maestro, los pastores vieron “al Dios con nosotros”, los profetas desearon ver y contemplar, pero lo que deseaban ver solo lo anunciaron como esperanza, esta fue su experiencia de aguardar las promesas. Ahora en la persona de Jesús se realizará plenamente el misterio de la Encarnación.
Reflexionemos: El misterio de la vida que vivo y tengo la posibilidad de contemplar con todos sus dones y limites me lleva al deseo de unidad y comunión con el Padre a través de la oración.
Oremos: Dios de la vida, volvemos de nuevo la mirada a esta experiencia fundante de oración entre Jesús y su Padre en este caminar de la Iglesia en clave sinodal y hoy decimos: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y la has revelado a los pequeños” (Lc 10, 21).
Actuemos: En este día expreso el sentimiento de gratitud al Padre y al Hijo a través de la oración que voy a privilegiar en un momento de la jornada, y a la vez agradezco la forma real y concreta como se manifiesta la gratuidad de Dios en mi vida, junto a mi familia.
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