La Palabra de hoy nos ofrece un diálogo entre Jesús y los setenta y dos que habían vuelto de la misión que el Señor les había encomendado con inmensa alegría. Entre otras cosas, Jesús les dijo a sus discípulos: “Les he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo y nada les hará daño alguno”. Qué palabras tan poderosas las que Jesús nos regala también a cada uno de nosotros en este Evangelio. Esta fue la respuesta que Jesús le dio a sus discípulos a lo que ellos le habían preguntado: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Recordemos la relación tan profunda que hay en esta conversación: los setenta y dos se maravillan del poder de lo que significa actuar en nombre de Jesús frente al mal. Vale la pena recordar, en este momento, el pasaje que describe aquella vez cuando los discípulos no habían pescado nada y le dijeron Señor que en su nombre echarían las redes. Actuar en el nombre de Jesús trae fuerza, gracia y bendición. Hoy, en el día de san Francisco de Asís, le pedimos a este gran santo, modelo de humildad, nos ayude a ser instrumentos de paz, para que, como él mismo nos enseñó en su hermosa oración por la paz, seamos sembradores de fe, amor, y comprensión, donde haya odio, duda o sombras de división. Pidámosle al Señor nos ayude a utilizar con sabiduría y humildad las redes de la comunión social para anunciar el amor y el perdón que proceden de Dios, particularmente con aquellos que sufren en la mente y en el corazón.
¡El mal nunca triunfará! Aparentemente pareciera como si en ciertas ocasiones muchas personas, que viven alejadas de Dios y del bien, se salieran con las suyas, pero el poder que Jesús da a los suyos la fuerza suficiente para vencer el mal. La oración y la acción, en nombre de Jesús, devuelven la paz, la tranquilidad y la alegría de sentir que solo en Jesús que es el Camino, la Verdad y la Vida, obtendremos la victoria final frente al mal.
Señor Jesús, Divino Maestro, te doy gracias porque experimento en mi vida la alegría de tu perdón. Hoy salgo con un corazón renovado y con la confianza de perdonar a quienes me han ofendido. Tú me has revelado que tus palabras son fuente inagotable de vida y esperanza. Amén.
Hoy hago una obra de misericordia: escucho y oro por alguna persona que se sienta desorientada en su mente, en su corazón y en su voluntad.
“¡Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ven ustedes, y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron”.
“No debemos gloriarnos como si fuésemos nosotros los protagonistas: el protagonista es uno solo, ¡es el Señor! Protagonista es la gracia del Señor. Él es el único protagonista. Nuestra alegría es sólo esta: ser sus discípulos, sus amigos” (Papa Francisco).