El encuentro con la persona de Jesús transforma nuestra vida. Queridos amigos, hoy nos encontramos con un texto muy bello, en el que el mismo Mateo, narra la iniciativa que tuvo el Señor al llamarlo a su servicio. Nos dice que Jesús pasó y lo vio cuando él se encontraba sentado en el mostrador de los impuestos, ejerciendo su oficio de lo que hoy podríamos decir funcionario público, como un aduanero. Jesús posó su mirada y le dice: “Sígueme” Él se levantó y lo siguió. Cuál sería el gozo, la paz y alegría que Mateo experimentó, que no dudó en invitar a Jesús a su casa para compartir la mesa. Un gesto que podemos leer también como el signo de abrir el corazón y de hacer que ese momento único no se quede escondido, sino que lo participa al círculo de amigos del mismo gremio, que eran considerados publicanos y pecadores, para acercarlos a Jesús. En este ambiente ellos mismos critican a Jesús y se preguntan: “¿Cómo es que su maestro come con publicanos y pecadores?”. Jesús lo oyó y dijo: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos.
Estar sentando en el mostrador de impuestos, es sentirse cómodo, feliz y realizado en una situación de pecado, dónde solo importa lo que a mí me genera bienestar y me olvido del vacío, perdida o dolor que estoy sembrando en los demás. Preguntémonos: ¿Cuál es esa situación de pecado de la que Jesús hoy me invita a liberarme y a transformar mis acciones?
Gracias, Señor, por posar tu mirada sobre mí, por permitirme experimentar tu misericordia infinita, por darme la posibilidad de ser mejor, de crecer en la fe, y sentir que no es mi pecado, sino tu bondad la que me permite ponerme en píe y seguirte. Amén.
Hoy tendré un gesto de generosidad y desprendimiento compartiendo con alguien algo que para mí sea muy preciado.
“Vayan, aprendan lo que significa ‘misericordia quiero y no sacrificio’: que no he venido a llamar a justos sino a los pecadores”.
“Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. La conversión de un solo publicano fue una muestra de penitencia y de perdón para muchos otros publicanos y pecadores”. (San Beda el Venerable)