“Y le extrañaba la falta de fe de aquella gente” (Mc 6, 6)
Llegamos en este día al XIV Domingo del Tiempo Ordinario y el evangelio nos conduce a Nazaret, la tierra de Jesús. El sábado se dirige con sus discípulos a la sinagoga y al escucharlo, muchos se asombran de sus enseñanzas ya que siempre lo habían conocido como uno más entre ellos: “¿De dónde habrá sacado este hombre todo eso? ¿Quién le habrá dado tanta sabiduría y semejante poder como tiene en las manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿No viven sus hermanas aquí con nosotros?”. Preguntas que ponen al descubierto la realidad de marginación que vivían los galileos y entre ellos, los nazarenos, ya que muchos eran de origen campesino y no tenían acceso a una buena formación religiosa como aquellos que vivían en Jerusalén o sus alrededores. De allí, que les extrañara grandemente que uno de sus coterráneos les enseñara de aquel modo; lo que hacía más difícil que creyeran en él. Esta falta de fe, es la que hace que Jesús no obre allí muchos milagros y recorra mejor las aldeas vecinas enseñando los valores del Reino. Pidamos al Señor en este día la gracia de aprender a reconocer que sus enseñanzas provienen de Dios y la gracia de no cerrarnos a ellas como los nazarenos.
Reflexionemos:
¿Reconocemos en Jesús la voz del Padre?, ¿qué enseñanza nos deja la actitud cerrada de los nazarenos?
Oremos:
Ayúdanos, Señor, a reconocer en tus palabras y acciones el rostro amoroso y paterno de Dios. A no cerrarnos nunca a tus enseñanzas, sino por el contrario, dejarnos interpelar y sorprender cada día por ellas. Amén.
Recordemos:
Jesús nos comunica con sus palabras y acciones la voluntad de Dios.
Actuemos:
Pidamos al Señor en este día la gracia de creer más en sus enseñanzas y a confiar mucho más en él.
Profundicemos:
La fe nace del encuentro diario y constante con Jesús en la oración y en las diferentes realidades que vivimos (Libro: Desde el manantial).