“Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos” (Mc 6, 7)
Desde el inicio de su predicación apostólica Jesús formó un grupo de discípulos para que fueran continuadores de su misión. Estos hombres al sentirse llamados por Jesús a una misión especial, se vieron obligados a dejar de lado sus seguridades familiares, materiales o personales para abrazar un estilo de vida itinerante, que les pedía de manera especial, poner toda su confianza en el amor providente del Padre: “Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevaran sandalias, pero no una túnica de repuesto”. Esta confianza de los primeros discípulos hizo posible que superaran los temores de dejar atrás sus seguridades y descubrieran la alegría que trae el darse por entero a los demás como Jesús. Pidamos al Señor, en este día, que ante la realidad actual que vivimos nosotros también nos sintamos llamados a ser continuadores de su misión en los diferentes ambientes en los que transcurre nuestra vida siendo generosos, serviciales y solidarios con quienes más lo necesitan.
Reflexionemos:
¿Somos personas generosas y serviciales?, ¿cómo podemos ser continuadores de la misión evangelizadora de Jesús en nuestros hogares y lugares de trabajo?
Oremos:
Danos, Señor, un corazón generoso y servicial capaz de salir siempre al encuentro de las necesidades de los demás. Que como tus primeros discípulos, nosotros también aprendamos a confiar en el amor providente del Padre y asumir con fe nuestro camino de seguimiento. Amén.
Recordemos:
Dios nos llama a todos por igual a ser predicadores del Reino de Dios y confiar en el amor providente del Padre.
Actuemos:
Reservemos un espacio de nuestra jornada para ayudar a nuestros seres queridos con alguna de sus tareas cotidianas.
Profundicemos:
Seguir a Jesús es una aventura apasionante que transforma nuestra existencia y hace de ella un don para los demás (Libro: Seguir a Jesús sin volverte un marciano).