Queridos amigos: hoy la Iglesia nos permite recordar a san Ignacio de Loyola, quien nació en el castillo de Loyola y fue formado en el reino de castilla. Luego, se enlistó en el ejército y en batalla fue herido en una de sus piernas en la batalla de Pamplona frente a un contingente de navarros y franceses. Mientras se encontraba en recuperación, ocupaba su tiempo leyendo, y en medio de los libros que llegaron a sus manos, encontró uno sobre la vida de Cristo. En ese momento el rumbo de su vida cambió. San Ignacio es el fundador de la Compañía de Jesús. Este gran hombre fue un gran maestro en el tema del discernimiento espiritual. Es precisamente este tema el que nos acompaña hoy cuando concluimos el capítulo 13 del Evangelio de Mateo. En esta parábola nos dice Jesús lo siguiente: “El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces”. Al recoger toda clase de peces, el pescador se da a la tarea de seleccionar aquellos que le sirven para ser consumidos. Los que considera no le sirven, los devuelve nuevamente al mar. Así, en nuestra vida, debemos hacernos profesionales en el arte de discernir, porque no todo lo que llega a nosotros es bueno, ni es conveniente, como bien nos lo dice el apóstol san Pablo. Debemos tener paciencia y disposición de corazón para revisar nuestra vida y, con sabiduría, acoger aquello que nos ayude a crecer como personas y lograr ser verdaderos cristianos, respondiendo con autenticidad al plan de Dios, porque “lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”.
No todo lo que llega a nuestra vida, lo que vemos y sentimos, nos hace bien. Por ello, debemos estar atentos para revisar nuestras opciones y nuestras acciones y, a la luz del Espíritu Santo, preguntarnos: ¿Con qué estoy alimentando mi corazón? ¿Me dejo guiar por el Espíritu de Dios?
Señor, santifícanos a la luz de tu Palabra y concédenos espíritu de discernimiento para caminar en la luz de tu verdad. Amén.
Soy paciente y atento conmigo mismo para crecer como persona y como cristiano.
“Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo”.
““Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa, y prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados” (Sal 84, 10).