30 de Octubre

 “El Hijo del vino a buscar y salvar a los que estaban perdidos”

(Lucas 19,1-10)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Es evidente que Jesús “evangelizo a zaqueo. Y, mediante Zaqueo, evangelizo también a la ciudad de Jericó entera, ya que este hecho tuvo gran resonancia en la población. La entrada de Jesús en la casa de Zaqueo fue una autentica evangelización. Jesús evangelizo yéndose derecho a alojarse, a compartir casa, mesa. ¿Con quién? Con el más odiado, el más ladrón, del más rico, del que más daño había hecho. El detestable jefe de los recaudadores, zaqueo.

El Papa Francisco reflexionando sobre la palabra de este día nos dice: “Y Jesús se detuvo, no paso de largo, lo miró sin prisa, lo miro con paz. Lo miró con ojos de misericordia; lo miró como nadie lo había mirado antes. Y esa mirada abrió su corazón, lo hizo libre, lo sano, le dio una esperanza, una nueva vida. También a cada uno de nosotros. Aunque no nos atrevemos a levantar los ojos al Señor, Él siempre nos mira primero. Es nuestra historia personal; al igual que muchos otros, cada uno de nosotros puede decir: yo también soy un pecador en el que Jesús puso su mirada.

La lectura de hoy nos obliga a confrontar nuestra vida con este retrato de Dios que nos ofrece el Evangelio. Ante todo, porque también nosotros le damos ocasión a Dios para ejercitar esta misericordia: todos necesitamos su perdón, en varios momentos de nuestra vida. No debemos perder la confianza, si creemos todo eso que ha dicho el Evangelio sobre cómo es nuestro Dios.

 

Oremos: Señor, en mi oración a veces soy como Zaqueo, haciendo grandes esfuerzos para alcanzar a divisarte, sólo para darme cuenta de que me estás esperando, llamándome por mi nombre, invitándote a ti mismo a mi corazón. 

 

Recordemos: “El Hijo de Dios vino a buscar y salvar a los que estaban perdidos”

 

Actuemos: ¿Sabemos escuchar a los demás, interesarnos por sus preocupaciones y proyectos?

 

Profundicemos: Guiados por el Evangelio, debemos reconocer que, en medio de nuestro cansancio, el Señor debe sostenernos para perseverar en nuestras plegarias.

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