
Jesús compara su venida con los días de Noé: la gente vivía distraída en sus rutinas, sin percibir que el momento decisivo se acercaba. “Estén en vela” no es un llamado al miedo, sino a vivir atentos y preparados para el encuentro con Dios en cualquier momento. La vigilancia no es pasividad, sino una actitud de amor y fidelidad, viviendo cada día como si fuera el primero y el último. Prepararse para el Señor no significa angustia, sino vivir en paz, con un corazón reconciliado y disponible. Recibamos la invitación de Jesús: Vigilar el corazón: Hacer un examen de conciencia diario para mantenerlo en paz con Dios y con los demás. Vivir con propósito: Aprovechar cada día como un regalo, buscando hacer el bien. Mantener viva la oración: Dedicar momentos de silencio para reconocer la presencia de Dios en lo cotidiano. Preparar el encuentro: No posponer reconciliaciones ni expresiones de amor; vivir listo para partir en paz cuando el Señor lo disponga.
¿Vivo mi fe como algo vivo y presente o la dejo para “después”? ¿Qué actitudes me mantienen distraído del verdadero sentido de la vida? Si el Señor llegara hoy, ¿en qué me encontraría? ¿Qué deseo que Él vea en mí? ¿Cómo puedo vivir cada día con más amor, entrega y esperanza?
Jesús Maestro, enséñame a vivir despierto, con un corazón dispuesto a tu presencia. No permitas que el ruido del mundo apague en mí la voz de tu Espíritu. Dame un corazón vigilante, para que cuando vengas, me encuentres amando, sirviendo y esperando con alegría y confianza. Amén.


