“Al verlo, le rogaron que se marchara de su país” (Mt 8, 34)
Después de cruzar la otra orilla del lago de Galilea con sus discípulos, Jesús llega a la región de Gerasa. Allí dos endemoniados salen a su encuentro: “¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?”. Lo interesante de sus palabras, es que ellos sin conocerlo saben que él, es el Hijo de Dios y el poder que tiene sobre ellos; por lo que le piden que los arroje a la piara de cerdos que estaba comiendo en el camino. Jesús accede y los libera del mal que los atormenta. Los cerdos por su parte corren al agua y se ahogan, y sus dueños y los habitantes de aquella región, en lugar de agradecer a Jesús por curar a los endemoniados, no tardan en mostrarle su inconformidad pidiéndole que se marche de su país. Como los habitantes de Gerasa, nosotros también podemos cerrarnos a la acción liberadora de Dios, y anteponer otros intereses a la vida que él nos ofrece. Pidámosle en este día que abra cada vez más nuestro corazón a su Palabra y a cada uno de los valores que nos comunica a través de ella.
Reflexionemos:
¿Cómo acogemos la acción liberadora de Dios en nuestra vida?, ¿qué enseñanza nos deja la actitud de los gerasenos?
Oremos:
Ayúdanos, Señor, a no cerrarnos nunca a tu acción salvadora. A dejar que cures y sanes nuestra vida, de los males que la atormentan. A reconocer que solo de tu mano, aprendemos a ser agradecidos y generosos con quienes están a nuestro lado. Amén.
Recordemos:
Solo Jesús puede salvarnos de los males que roban la paz de nuestro corazón.
Actuemos:
Pidamos perdón al Señor en este día por las veces en que nos hemos cerrado a su acción liberadora o hemos sobrepuesto otros intereses a los suyos.
Profundicemos:
La oración es uno de los medios que nos ayuda a unir mucho más nuestra vida y a reconocer su acción liberadora (Libro: La oración. Respiro de la vida nueva).
