¨La gente alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad”
(Mateo 9,1-8)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
El episodio de hoy tiene lugar en Cafarnaúm. Los protagonistas son Jesús, un paralitico y algunos letrados.
El perdón de los pecados que Jesús invoca sobre el paralítico de parte de Dios alude al nexo entre enfermedad, culpa y pecado. Es la primera vez que el evangelista atribuye a Jesús de manera explícita este particular poder divino. Para los judíos, la enfermedad en el hombre era considerada un castigo por los pecados cometidos; era signo y consecuencia del mal moral de los padres. Jesús restituye al hombre su condición de salvado al liberarlo tanto de la enfermedad como del pecado. Para algunos de los presentes, como los escribas, las palabras de Jesús anunciando el perdón de los pecados son una verdadera blasfemia, ya que sólo Dios puede perdonar. Este juicio sobre Jesús no lo manifiestan abiertamente, sino murmurando entre ellos. Jesús, que escruta sus corazones, conoce sus consideraciones y les reprocha su incredulidad. La expresión de Jesús “para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados”, indica que no sólo puede perdonar Dios, sino que en Jesús, también puede perdonar un hombre.
A diferencia de los escribas, la multitud se llena de asombro y glorifica a Dios ante la curación del paralítico. La gente está impresionada por el poder de perdonar los pecados manifestados en la curación, y se alegra porque Dios ha concedido tal poder al Hijo.
El tema del perdón de los pecados aparece de nuevo en Mateo 18 y al final del evangelio se afirma que ello tiene sus raíces en la muerte de Jesús en la cruz. Pero en nuestro contexto el perdón de los pecados aparece unido a la exigencia de la misericordia como se hace presente en el siguiente episodio, la vocación de Mateo: “misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” .Estas palabras de Jesús pretenden decir que él ha hecho visible el perdón de Dios; sobre todo en sus relaciones con los publicanos y pecadores, al sentarse con ellos a la mesa.
Oremos: Señor Jesús, soy consciente que muchas veces te he fallado. Sé que tu misericordia nunca se cansa de perdonar. Amén.
Recordemos: “La gente alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad”
Actuemos: Me acerco con humildad al sacramento de la reconciliación, para que el Señor sane mi alma.
Profundicemos: ¿He sufrido algunas persecuciones por el anuncio del Evangelio?
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