03 de septiembre

Caminando con Jesús

Caminar con Jesús permitió a los discípulos experimentar, de primera mano, la compasión y la gracia de Dios en acción. Caminar con Jesús hoy, no debería ser diferente. Su compasión y su gracia siguen disponibles para quien quiera experimentarlas.

“Es necesario que evangelice también a las otras ciudades, Pues para esto he sido enviado”
(Lc 4, 38-44)

En este pasaje de Lucas nos encontramos con la curación de la suegra de Simón, que es uno de los primeros milagros que hace Jesús y se narra con sencillez. El evangelista describe la enfermedad en que se encontraba la mujer: “tenía mucha fiebre y le rogaron por ella”. Jesús se inclinó sobre ella, indicando así su cercanía con los débiles, mostrando la autoridad sobre la enfermedad y los demonios. Pero la escena no termina allí. Lo hermoso es que la suegra de Simón, al sanarse, no se queda centrada en sí misma. Una vez sanada, se levanta y le sirve. Esto simboliza que la verdadera sanación lleva al servicio a los demás. No es solo física, sino también espiritual. Eso es lo que espera Jesús de nosotros, no solo que roguemos o que recibamos su salvación sino, ante todo, que nos destaquemos por el servicio a los demás. Sin embargo, también deja claro que su misión no es solo sanar, sino también la predicación del Reino de Dios. Aun cuando la gente quiere retenerlo, Jesús sigue adelante con su propósito que es anunciar el Reino de Dios. Aprendamos de Jesús el celo apostólico. Debemos tener la conciencia de que estamos llamados a comunicar la liberación que brota de un profundo encuentro con Cristo. Señor, tú que mostraste tu misericordia a la suegra de Simón, haz que también nosotros seamos agradecidos por encontrarte y que toda nuestra vida se convierta en servicio desinteresado hacia nuestros hermanos que tanto lo necesitan.

Reflexionemos:

¿Hay alguna fiebre en mi vida que necesito que Jesús sane? ¿Estoy dispuesto a servir después de ser sanado?

Oremos:

Señor, Jesús, gracias porque eres un Dios cercano, que se inclina con amor ante el sufrimiento y las necesidades de tus hijos. Ayúdame a ponerme siempre en actitud de servicio hacia mis hermanos. Amén.

Actuemos:

Piensa en alguien cercano que necesita de tu ayuda: un familiar, amigo, un compañero. Haz algo concreto por esa persona. Sirve con amor como reflejo de los que Dios ha hecho en ti.

Profundicemos:

Lo hermoso es que la suegra de Simón, al sanarse, no se queda centrada en sí misma. No se gloría, no se pone a descansar. Se levanta y sirve.

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