En el Evangelio de hoy, Jesús hace duros cuestionamientos sobre la conversión de unas ciudades donde Él había predicado, pero su mensaje al parecer, no llegó a calar en su corazón: Corozaín, Betsaida, Tiro, Sidón, Cafarnaún. En este contexto fueron muchas las personas que escucharon a Jesús en estas ciudades. Claramente notamos la expresión que sale de la boca de Jesús, “Ay de ti”, que evidencia un reclamo interno y por eso, concluye diciendo: “Quien a ustedes escucha, a mí me escucha, quien a ustedes rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado”. Jesús hoy toca nuestra existencia porque a veces no queremos escuchar la voz de Jesús o no nos interesa, sabiendo que Jesús nos mira con compasión y quiere sanar nuestras dolencias y dificultades. En esta escena del Evangelio, Jesús comunica una relación muy estrecha entre los que anuncian su Palabra y Él mismo, y entre quienes lo anuncian a Él y Él mismo, y entre Él y quien lo ha enviado: su Padre Dios. Ante la negativa de las ciudades a aceptar el mensaje del Señor, Jesús acude a una imagen de comunión, de interrelación, de fuerza, de esperanza para lograr la conversión de quienes lo escuchan o lo rechazan. Estas situaciones, sin lugar a dudas, se están viviendo actualmente por muchos hombres y mujeres que son rechazados a causa del seguimiento de Jesús.
El rechazo a la gracia divina que Dios nos ofrece, es como una resistencia a lo que Él nos está pidiendo. ¿Por qué existen algunas resistencias a la presencia de Dios en algunas instituciones? ¿Cuál es nuestra actitud con las personas que rechazan el mensaje de Jesús? Cuando somos valientes y damos testimonio de nuestro camino de fe –incluso si sentimos el rechazo–, es cuando resuenan en nuestro corazón las palabras de Jesús en nuestro corazón: “No temas, yo estoy contigo todos los días hasta el fin del mundo”.
Señor Jesús, Divino Maestro, dame la capacidad de escuchar y comprender tu voz en el sufrimiento de los demás, un dolor muchas veces causado por no escuchar a nuestro prójimo en su realidad más profunda. Concédeme paciencia para no juzgar y responder con amor y caridad. Amén.
La antífona de comunión en la liturgia de hoy, refiere en concreto, una bienaventuranza: “Bienaventurados los que trabajan por la paz porque ellos serán llamados hijos de Dios”. Trabajemos hoy por la paz del corazón y el perdón entre nosotros mismos.
“No endurezcan hoy su corazón; escuchen la voz del Señor”.
“El Señor siempre está dispuesto a enseñarnos como salir de la tentación. Y Jesús es grande porque no solo nos hace salir de la tentación, sino que nos da más confianza. Esta confianza es una fuerza grande, cuando estamos en tentación: el Señor nos espera, se fía de nosotros así, tentados, pecadores, siempre abre horizontes. Y viceversa, el diablo con la tentación, cierra” (Papa Francisco).