“Lo que Dios unió no debe separarlo el hombre” (Mc 10, 8)
El evangelio de este vigésimo séptimo Domingo del Tiempo Ordinario nos lleva a reconocer el gran valor que Dios da a la unión matrimonial. Dios no solo crea al hombre y la mujer para ser una sola carne, sino también para que a través de dicha unión sean continuadores de su acción creadora: “Por eso el esposo deja a su padre y a su madre y se une a su esposa, y los dos llegan a ser una sola carne”. Sin embargo, por diferentes circunstancias las parejas se divorcian, en muchas ocasiones de manera precipitada, sin dar paso al diálogo o al perdón. Pidamos al Señor en este día por ellas, y la gracia de recuperar a través de la escucha, la comprensión, la reciprocidad, los vínculos indisolubles que los unen: “Lo que Dios unió no debe separarlo el hombre”.
Reflexionemos:
¿Cómo podemos acompañar a las parejas que pasan por crisis en su matrimonio?, ¿qué invitación nos deja el evangelio en este día?
Oremos:
Te pedimos, Señor, en este día por todos los matrimonios que atraviesan momentos difíciles en su relación. Ayúdalos a discernir juntos lo mejor para ellos y a fortalecer la escucha, el diálogo y la comprensión. Amén.
Recordemos:
Dios creó al hombre y la mujer construir un proyecto común y complementarse el uno al otro.
Actuemos:
Oremos con fe en este día, por las parejas conocidas que están pensando en divorciarse o pasan momentos difíciles en su matrimonio.
Profundicemos:
Las crisis matrimoniales no solo afectan la vida de pareja sino también el ambiente familiar. Reconocer sus causas, es el primero paso para superar los conflictos (Libro: Claves para superar los conflictos familiares).