“Si alguno… no pospone a su padre, a su madre, a sus hijos, hermanos y hermanas, e incluso a si mismo, no puede ser discípulo mío”. (Lc 14, 26)
Celebramos hoy con alegría la memoria de san Martin de Porres que alcanzó la santidad en el ambiente cultural y eclesial de nuestro Continente. Su amor apasionado por Dios, su humildad, su obediencia y dedicación amorosa a los mas pobres, nos permiten ver en él un reflejo esplendido de Jesús, hijo de Dios.
La vida de san Martin fue una encarnación viva del evangelio que la liturgia nos propone en este día: «Si alguno… no pospone a su padre, a su madre, a sus hijos, hermanos y hermanas, e incluso a si mismo, no puede ser discípulo mío«. Martin puso en segundo plano el amor a si mismo y los afectos familiares más íntimos, porque Jesús le conquistó el corazón y lo invitó a seguirlo sirviendo a los más pobres.
El encuentro con Jesús da una visión y sabor a nuestra vida: porque en Él reencontramos en forma plena todo lo bello y lo bueno de este mundo; en Jesús se colma y se desborda la sed de amor y de felicidad que todos llevamos en el alma.
Reflexionemos:
¿Has encontrado en Jesús el sentido de tu vida?, ¿Sigues el camino de Jesús o vas por otras sendas que te roban la alegría del corazón? ¡Señor, haznos gustar tu amor!
Oremos:
Jesús, en ti Dios llegó a nosotros y nos donó todo su amor; en Ti nuestro corazón queda colmado. No dejes que las cosas del mundo nos separen de Ti; enciende tu amor en nuestro corazón y haznos gustar la alegría de ser tus discípulos. Amén.
Recordemos:
«El reino de los cielos es un tesoro escondido en un campo, quien lo encuentra vende todo para poseerlo». Mateo 13,44
Actuemos:
Al terminar mi jornada me pregunto: ¿He vivido hoy como Jesús esperaba de mi? ¿Mis pensamientos, sentimientos y acciones han sido hoy conformes a los de Jesús?
Profundicemos:
El que renuncia a sus propios intereses para seguir el camino trazado por Jesús alcanza la máxima plenitud de su vida. (Libro: El combate espiritual).
