3 de marzo

 

El que quiera ser grande entre ustedes, debe ser servidor de los demás (Mt 20, 26)

 

El tiempo de cuaresma nos lleva a reconocer la verdad y la fragilidad de nuestra condición humana, frecuentemente cegada por el deseo de poder y reconocimiento. Como la madre de los Zebedeos, muchas veces nosotros estamos más preocupados en alcanzar una meta laboral o un reconocimiento personal, que por compartir el sufrimiento de quienes están a nuestro lado. Hoy Jesús expresa a sus discípulos la proximidad de su pasión, al subir a Jerusalén y el sufrimiento que ella implica. Pero sus discípulos, especialmente los hijos de Zebedeo y su madre, están más preocupados por el lugar que ocuparán después entre los discípulos que por la suerte de su maestro: “Haz que, cuando estés en tu reino, se sienten estos dos hijos míos uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Petición que no solo desconcierta a Jesús sino también al resto de los discípulos, llevándolo a poner de nuevo el servicio como condición clave y necesaria en su seguimiento: “El que quiera ser grande entre ustedes, debe ser servidor de los demás; y el que quiera ser el primero entre ustedes, debe ser su esclavo”. Pidamos al Señor, que nos ayude a hacer de la entrega gratuita y generosa, nuestra meta cotidiana en este tiempo de cuaresma.

 

Actitud: Entrega.

 

Reflexionemos:

¿Escuchamos con atención las necesidades de quienes están a nuestro lado?, ¿buscamos posiciones privilegiadas o reconocimientos?

 

Oremos:

Danos, Señor, la capacidad de aprender a discernir las metas y los esfuerzos a los que orientamos y dedicamos a diario nuestra vida. A incluir en ellos, no solo nuestras realizaciones personales sino también las necesidades de quienes están a nuestro lado. Amén.

 

Recordemos:

Dios nos invita a hacer del servicio un estilo de vida.

 

Actuemos:

Detengámonos en este día a escuchar con atención las necesidades de quienes viven junto a nosotros y busquemos una manera concreta para salir al encuentro de ellas.

 

Profundicemos:

La vida de los santos nos enseña a hacer de nuestra vida una vocación de servicio para los demás. Así mismo, a descubrir la gran alegría de consagrar todas nuestras fuerzas, energías y capacidades para Dios (Libro: Los santos para cada día).

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