“Mujer que grande es tu fe”
Mateo 15,21-28)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Jesús en el Evangelio de hoy nos muestra esa clara diferenciación que se hacía en aquel momento. Para los judíos era claro que ellos eran los elegidos de Dios, el pueblo predilecto y por lo tanto merecedor de las bendiciones del Creador, por ello, consideraban que todo aquel que no fuera judío era pagano y no merecedor de los auxilios de Dios. Jesús no obstante, muestra como la bendición de Dios es para todo aquel que la clama, que la necesita, que la implora desde lo profundo de su corazón, con una fe firme.
La mujer que pide el auxilio de Jesús desvela una fe mucho más profunda que la de los que se consideran creyentes verdaderos. De esta manera, Jesús va a manifestarle que tiene una fe muy grande y que por lo tanto, gracias a ella, se ha de cumplir todo lo que desea, es así como contempla la curación de su hija. “Señor, socórreme”. Cuántas veces este grito ha llegado al cielo, y cuántas veces queremos escuchar estas palabras del Señor: “Que grande es tu fe” y concede la salvación a su hija. En el duelo verbal la mujer ganó la partida a Cristo con su humilde respuesta, fruto de una fe inmensa.
Hoy estamos llamados a mostrar ante Dios nuestra fe firme, pero también a reconocer que la bendición de Dios, no está reservada a unos. No somos dueños de la fe, somos receptores del Don de Dios e invitados a compartirlo con aquellos que están a nuestro lado.
Oremos: Señor Jesús, concédenos fe, humildad, confianza y perseverancia en nuestra vida espiritual para que nunca dudemos de tu amor a pesar de las dificultades y adversidades.
Recordemos: ¿Qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”. ¿Qué deseaba la mujer?
Actuemos: En medio de nuestras dificultades de cada día, hagamos un acto de fe y pidamos con confianza la ayuda del Señor.
Profundicemos: ¿Quiénes son los actuales excluidos de nuestra sociedad? ¿Los acogemos como nos lo enseña Jesús?