
Jesús invita a sus discípulos a vivir en vigilancia y sobriedad. No se trata de vivir con miedo al “fin”, sino de estar atentos al presente, con un corazón libre y disponible para Dios. “No se emboten sus corazones”: Las distracciones, preocupaciones y excesos pueden adormecer nuestra fe y hacernos perder el sentido de lo que realmente importa. “Estén despiertos y oren”, la vigilancia no es pasiva; implica orar y discernir, para vivir cada día como un regalo y una preparación para el encuentro con Cristo. Orar diariamente, dedicar al menos unos minutos para revisar el día y hablar con Dios. Mantener el corazón libre, evitar que los excesos o preocupaciones controlen mi vida. Estar atento a las “visitas” de Dios, reconocerlo en los pequeños gestos, en las personas que necesitan ayuda, en los momentos inesperados. Vivir el presente con sentido, recordar que cada día es una oportunidad para amar y servir.
¿Qué cosas están “embotando” hoy mi corazón y me alejan de la presencia de Dios? ¿Dedico tiempo cada día a la oración que me mantiene despierto y en sintonía con su voluntad? ¿Estoy listo para encontrarme con el Señor, no solo al final de los tiempos, sino en cada momento cotidiano? ¿Vivo con paz y confianza, o con miedo y ansiedad ante el futuro?
Jesús Maestro, despierta mi corazón adormecido, libérame de las preocupaciones y miedos que me impiden encontrarte. Dame la gracia de velar y orar, para que cuando vengas, me halles firme en la fe y abierto a tu amor. Hazme vivir con los ojos fijos en tu Reino y con el corazón dispuesto a servirte en mis hermanos cada día. Amén.


