“Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven”
(Lc 10, 23)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
El Adviento nos ayuda a reconocer todo el bien que Dios obra en nuestra existencia de la mano de la experiencia vivida por el pueblo de Israel y los primeros cristianos. Una historia de salvación que tiene su punto de partida en la predilección de Dios por los pequeños, los humildes, los pobres, aquellos que no cuentan nada para la sociedad, pero a los que Dios ama y quiere dar siempre el primer lugar. Tal como lo exclama hoy Jesús lleno del gozo del Espíritu Santo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque si ocultaste estas cosas a los sabios y los entendidos, las revelaste a los pequeños”. Pidamos al Señor, que en este tiempo de Adviento nosotros también podamos ser personas pequeñas, humildes, capaces de acoger con sencillez y alegría todo aquello que Él nos comunica en su Palabra y nos mueve a ser y vivir de manera diferente.
Reflexionemos: ¿Somos personas humildes y sencillas?, ¿reconocemos la presencia de Dios en lo pequeño?
Oremos: Enséñanos, Señor, a ser personas humildes y pequeñas, que sepan reconocerte en los rostros de nuestros hermanos que sufren y necesitan de nuestro apoyo. Amén.
Recordemos: El Adviento nos recuerda que nuestra vida es también una historia de salvación.
Actuemos: Seamos solidarios este día con alguna persona que pase alguna necesidad física, espiritual o material.
Profundicemos: El Adviento nos ofrece una valiosa oportunidad de compartir nuestra vida con quienes pasan o sufren alguna necesidad (Libro: Preparación para el tiempo de Adviento).