Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia
“Les repartió pan y pescado cuanto quisieron”
(Juan 6, 1-15)
Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida
Hemos escuchado el relato que san Juan hace de la multiplicación de los panes realizada por Jesús: contemplemos sus actitudes y palabras para conocer su corazón y acoger su amor. Al ver Jesús, la cantidad de personas que lo seguían se preocupó también por su comida. Y aunque sabía lo que haría por ellos, dijo a Felipe. ¿Con qué vamos a alimentar toda esta gente? Felipe no sabía qué decir; y Andrés aun dudando un poco dijo: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces. Y Jesús les pidió que hicieran sentar a la gente en el suelo.
Entonces, tomó ese poco que tenían, dio gracias a Dios y les repartió; todos comieron hasta saciarse y sobró en abundancia. Tomar, dar gracias y repartir son los verbos que Jesús sigue repitiendo en cada Eucaristía para saciar nuestra hambre de amor, paz, unión y vida verdadera. Cuando comulgamos, recibimos a Jesús resucitado hecho Pan para dársenos en alimento; gracias a este encuentro que tenemos con El en la Comunión, podemos vivir con alegría en medio de las dificultades y dar apoyo y consuelo a quienes encontramos necesitados.
Reflexionemos:
Preguntémonos: ¿Creo que en la Eucaristía Jesús me da Su vida, para con El done mi vida? ¿Estoy dispuesto a dar lo mejor de mí allí donde el Señor me ha colocado? Gracias Jesús porque nos enseñas a donar la vida: secreto de felicidad.
Oremos:
Amado Jesús al multiplicar el pan, buscabas cómo entrar en comunión íntima con cada uno de nosotros; gracias por el Sacramento de la Eucaristía a través del cual te recibimos resucitado en nuestro corazón; aumenta nuestra fe en este Don incomparable.
Recordemos:
La gente se sentó en el suelo. Solamente los hombres eran como cinco mil. Jesús tomó los panes, dio gracias a Dios y les repartió pan y pescado cuanto quisieron.
Actuemos:
Estaré atento a las personas más necesitadas y compartiré mi pan con alguna de ellas con espíritu de hermandad.
Profundicemos:
No importa lo poco que pueda dar una persona, lo realmente importante es que se entregue de corazón y sin esperar nada a cambio. La belleza de este milagro es que el joven cedió todo el alimento que tenía sin pensar en guardar algo para él, pero la grandeza de Dios lo sorprendió al multiplicar los panes y el pescado en abundancia para la gran multitud.