“Tú, sígueme” (Mt 8, 22)
En el evangelio de este día, Jesús nos recuerda que su seguimiento implica ante todo aprender a caminar con la confianza puesta en Dios, desprovistos de toda seguridad material, económica o afectiva: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. Así mismo, no anteponer otros intereses al anuncio del Reino: “Deja que los muertos entierren a sus muertos”. Solo así podremos estar más disponibles para los demás, dar a Dios un lugar central y protagónico en nuestra existencia y dedicar todas nuestras fuerzas, capacidades y energías al anuncio del Reino. Exigencias que en lugar de desanimarnos, deben motivarnos a descubrir la riqueza que seguir a Jesús nos da, al expandir los límites de nuestros afectos y llevarnos a reconocer, que siempre tenemos algo bueno que compartir con quienes están a nuestro lado. Pidamos al Señor, en este día que nos ayude a crecer cada vez más en nuestra capacidad de darnos por entero al anuncio del Reino.
Reflexionemos:
¿Cómo vivimos cotidianamente nuestro seguimiento de Jesús?, ¿cómo podemos crecer mucho más en nuestra capacidad de servicio y entrega?
Oremos:
Enséñanos, Señor, a seguirte cada día con alegría, sencillez y disponibilidad. Que de tu mano, aprendamos a dejar atrás aquellos egoísmos o intereses que no nos dejan darnos gratuitamente a los demás. Amén.
Recordemos:
Seguir a Jesús es comprometernos con la construcción cotidiana de su Reino.
Actuemos:
Pongamos en manos del Señor aquellos apegos que no nos dejan seguirlo con mayor apertura y disponibilidad.
Profundicemos:
Seguir a Jesús es una aventura apasionante que cambia por entero el rumbo de nuestra vida y la hace un don para los demás (Libro: Seguir a Jesús sin volverte un marciano).