Queridos amigos, continuamos profundizando el significado de las parábolas que nos trae el Evangelio de Mateo y en las que el Señor nos va revelando la presencia del Reino de Dios que en ellas se encierra. Hoy, Jesús parte de lo simple y pequeño que forma y transforma la vida. “El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza” que es una semilla muy pequeña, pero con un gran potencial de vida; esta al ser sembrada, empieza un movimiento interior que se va transformando en el silencio: “cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas”. También nos habla de una mujer que se vale de un poco de levadura para fermentar la harina. Con ello, prepara el pan para su hogar. La levadura en la harina debe usarse en justa medida y debe tener un tiempo de reposo adecuado para que cumpla su función. Así es la fe en nuestra vida: para hacerla crecer necesitamos ponernos en acción; el hombre del campo sembró la semilla… La mujer la mezcló en la masa. La fe es un don y un compromiso que nos pide esforzarnos desde un trabajo interior para que el reino de Dios se extienda.
Debemos aprovechar el tiempo de Dios en nuestra vida para descubrir su reino sembrado en nuestro corazón, pidiéndole al Espíritu Santo aumente nuestra fe. ¿Qué estoy dejando crecer en mi vida?
Espíritu Santo, enséñame a confiar en la presencia misteriosa de Dios en mi vida, para que pueda cooperar como obrero en su reino de amor. Amén.
Valoro lo simple y lo pequeño.
“Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo”.
“Muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. En un campo arrasado vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible” (Papa Francisco).