“Los llevó a ellos solos a un monte alto y apartado” (Mc 9, 2)
Llegamos al Segundo Domingo de Cuaresma y el evangelio nos lleva a la montaña junto a Pedro, Santiago y Juan para ser testigos de la transfiguración del Señor. Del desierto pasamos en este segundo domingo a la montaña, lugar en el que tradicionalmente Dios se ha revelado al pueblo de Israel, así como cuando entregó a Moisés las tablas de la Ley en el monte Sinaí. Hoy se revela a través de Jesús, su hijo muy querido. En la montaña, Jesús no solo cambia de apariencia e interactúa con Moisés y Elías, grandes personajes del Primer Testamento, sino que también anticipa a sus discípulos más cercanos su resurrección. Acontecimientos que los llena de temor pero que a su vez, les ayuda confirmar la identidad de Jesús como el Hijo de Dios. En este tiempo de cuaresma, Jesús nos invita también a subir a la montaña para encontrarnos a solas con él, escuchar su voz; para revelarnos su verdadero rostro y hacernos partícipes de su gloria. Para hacerlo, necesitamos reforzar nuevamente la actitud de la escucha y dejar que a través de ella, Jesús siga hablando a las diferentes realidades que vivimos.
Actitud: Escucha.
Reflexionemos:
¿Reconocemos en Jesús como al “Hijo muy querido de Dios”?, ¿ cómo podemos fortalecer nuestra capacidad de escucha?
Oremos:
Ayúdanos, Señor, a subir en este tiempo de cuaresma a la montaña para encontrarnos a solas contigo, escuchar tu voz, descubrir tu verdadero rostro y dejar que transfigures nuestra vida a la luz de tu Palabra. Amén.
Recordemos:
Jesús es la voz que nos revela al Padre.
Actuemos:
Reservemos un espacio de este día para encontrarnos a solas con Dios, subir con él a la montaña y confiarle nuestra vida.
Profundicemos:
El tiempo de cuaresma nos invita a buscar el rostro verdadero de Dios Padre en las diferentes realidades que vivimos. Rostro que gracias a Jesús conocemos y amamos (Libro: Seguir a Jesús sin volverte un marciano).