“Como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor’” (Mt 25, 21)
Como Iglesia celebramos en este día la fiesta de san Agustín de Hipona. Un gran santo que nos enseña con su vida, que nunca es tarde para abrir nuestro corazón a Dios y cambiar el rumbo de nuestra existencia. Como a los empleados de la parábola del evangelio de este día, san Agustín recibió de Dios muchos talentos y cualidades en su juventud, que solo al final de su vida supo poner gratuitamente al servicio de los demás. Por eso, el Señor, pese a su pasado de búsquedas insatisfechas y lejos de las cosas de Dios, le confía la administración de su pueblo, al llamarlo a ser obispo de Hipona, después de su conversión. Como san Agustín, también nosotros hemos recibido grandes talentos y capacidades de Dios, pero quizás no hemos sabido fructificarlos y compartirlos con los demás. Pidamos al Señor en este día la capacidad de salir cada vez más de nuestras seguridades y comodidades, para colocar más al servicio de los otros, nuestros conocimientos, aprendizajes, cualidades y experiencia de fe.
Reflexionemos:
¿Ponemos al servicio de los demás las cualidades y talentos que recibimos de Dios?, ¿qué enseñanza nos deja la vida de san Agustín para nuestro camino de fe?
Oremos:
Ayúdanos, Señor, a reconocer como san Agustín que nunca es tarde para abrir nuestra vida a ti. A experimentar que siempre tenemos algo valioso para dar y compartir, con quienes están a nuestro lado. Amén.
Recordemos:
Nunca es tarde para abrir nuestra vida a Dios y fructificar los talentos que hemos recibido de él.
Actuemos:
Aprovechemos esta jornada para poner en manos de Dios, aquellas realidades personales que necesitamos transformar y unir nuestra vida mucho más a él.
Profundicemos:
La vida de san Agustín nos ayuda a experimentar como Dios sale siempre a nuestro encuentro para abrazarnos con su amor y su misericordia (Libro: Las confesiones).